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Pongamos las bases de la nueva Cuba

Igual que no creyeron que podía ocurrir lo del 11 de julio, piensan ahora que todo volverá a su sitio, que todo será como antes

Ya a ese pueblo nadie volverá a engañarlo, porque ha tomado conciencia de sus derechos y, tarde o temprano, saldrá a exigirlos. (EFE)
Ariel Hidalgo

02 de octubre 2021 - 12:13

Miami/Ya que el pueblo cubano por fin ha conquistado la libertad, puesto que la verdadera liberación comienza en el espíritu humano, es hora de empezar a poner las bases de la nueva Cuba.

Aquellos que aún creen que gobiernan el país, ignorantes de que nadie gobierna sin el consentimiento de los gobernados, creerán que finalmente han logrado poner el dogal al pueblo y que pueden engañarlo una vez más por arte de birlibirloque, realizando cambios aquí y allá para no tener que cambiar cosa alguna. No entienden para nada lo que en realidad ha pasado. Igual que no creyeron que podía ocurrir lo del 11 de julio, piensan ahora que todo volverá a su sitio, que todo será como antes de esa fecha. No ven la realidad o no quieren verla, y eso puede ser peligroso. Ya a ese pueblo nadie volverá a engañarlo, porque ha tomado conciencia de sus derechos y, tarde o temprano, saldrá a exigirlos. Y no será como ese día, sino multiplicado por diez. Ahora podría ser el Estado el que sea expropiado, como en los 60 la dirigencia lo hizo con la población, incluyendo a los trabajadores independientes.

El Estado se apropió por la fuerza de todas las riquezas del país en nombre de todo el pueblo, las tierras, las fábricas, los comercios, los bancos, los hoteles e incluso de los más modestos medios de subsistencia de trabajadores humildes que se ganaban la vida con su propio esfuerzo sin explotar a nadie. ¿A quién liberó? A partir de ese saqueo colectivo comenzó el sometimiento de toda la ciudadanía, que desde entonces perdió todas sus libertades; ya no podía expresar sus opiniones, asociarse libremente, abrirse paso por sí misma en actividades económicas independientes, por lo que dejó de ser persona para convertirse en una mera tuerca de la maquinaria estatal.

Esa dirigencia que dijo haber puesto fin a los latifundios y a todos los monopolios, lo que en realidad hizo fue crear un inmenso monopolio

Esa dirigencia que dijo haber puesto fin a los latifundios y a todos los monopolios, lo que en realidad hizo fue crear un inmenso monopolio, la más grande concentración de riquezas que haya podido concebirse para después engendrar una burocracia corrupta, administraciones designadas por ese Estado que han derrochado todos los bienes que no le pertenecían, y ha arrastrado a la población a una vida de calamidades y carencias.

Ahora solo hay que expropiar a un propietario, al supremo terrateniente, al único monopolio que ha quedado en pie. Ahora le toca al Estado ser expropiado por ese pueblo al que la propia constitución vigente reconoce como dueño legítimo. Ahora ese pueblo tiene el derecho de expropiar al expropiador y a deshacerse de todas esas administraciones corruptas que controlan esas empresas, no una por una, sino a todas de una vez, instando a todos los colectivos de base en los centros y empresas bajo tutela de ese Estado, y crear por su propia cuenta, consejos obreros electos democráticamente para que dirijan todos esos medios de producción en lugar de esa burocracia. Cada núcleo laboral es más productivo si siente que el centro le pertenece y que va a obtener parte de las ganancias de lo que produce, y esos consejos, si lo creen necesario, contratarán a aquel que los dirija con mayor eficiencia.

El pueblo debe declarar al Estado como incompetente, por haber confiado y designado a todos esos burócratas corruptos, y sustituirlo, por falta de ética y por haber violado sistemáticamente sus derechos. No sólo el de libre expresión y asociación, sino, incluso, a la vida, al haber ordenado el hundimiento de dos barcos en dos ocasiones distintas, el Río Canímar y el 13 de Marzo. Ambos sucesos produjeron las muertes de numerosos ciudadanos, así como miles de ejecuciones en juicios sumarísimos carentes de toda garantía procesal.

Ese Gobierno nunca fue elegido, sino designado a dedo por otro u otros que tampoco el pueblo eligió. La Constitución fue redactada por constituyentes también elegidos a dedo, por la soberana voluntad de una llamada dirigencia histórica con potestades omnímodas basadas en las supuestas glorias de un pasado ya lejano. Por tanto, este Gobierno carece de toda legitimidad y debe ser suplantado, provisionalmente, por una junta cívica de hombres y mujeres que se hayan ganado la admiración y el respeto de todo el pueblo. No para gobernar, sino para restablecer los derechos y libertades de la ciudadanía, convocar una nueva constituyente, y organizar unas elecciones libres.

No dejará de haber quienes digan que estoy delirando, que construyo castillos en el aire, pero Henry David Thoreau, un filósofo rebelde de la gran nación americana que influyó en grandes hombres como Mahatma Gandhi, Martin Luther King y José Martí, dijo: "Si construyes un castillo en el aire, no has perdido el tiempo. El castillo está ahí. Sólo te falta ponerle los cimientos".

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