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¿Premio Nobel para Trump?

Es probable que el actual presidente de EE UU, pese a haber hecho méritos para lograrlo, no alcance el galardón para el que ha sido nominado

Los líderes de Israel, Estados Unidos, Bahrein y Emiratos Árabes Unidos en la firma de los Acuerdos de Abraham. (EFE)
René Gómez Manzano

17 de septiembre 2020 - 14:47

La Habana/Hace pocos días, las agencias noticiosas se hicieron eco de la propuesta formal hecha por un legislador noruego: la del presidente estadounidense Donald Trump al codiciado Premio Nobel de la Paz. Conviene aclarar que el postulante, Christian Tybring-Gjedde, miembro del Partido del Progreso, es presidente de la delegación de ese país escandinavo en la Asamblea Parlamentaria de la OTAN.

La propuesta ha motivado rápidas reacciones, tanto a su favor como en su contra. Como cabía esperar, adversarios y detractores del polémico jefe de la república federal estadounidense han esgrimido argumentos que, en puridad, poco tienen que ver con si el perfil de su ejecutoria política se ajusta o no a lo planteado por el instaurador del galardón.

En efecto, el ingeniero sueco Alfred Nobel, en su testamento, destinó los millones ganados con sus múltiples inventos (incluyendo la dinamita) a dotar la Fundación y los premios que llevan su apellido. Él estableció con claridad los parámetros para otorgar el galardón que nos ocupa: "La persona que haya trabajado más o mejor a favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos alzados y la celebración y promoción de acuerdos de paz".

"La persona que haya trabajado más o mejor a favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos alzados y la celebración y promoción de acuerdos de paz"

¿Qué ha hecho el actual inquilino de la Casa Blanca para merecer la nominación? En días recientes, hemos conocido de diversos pactos de países enfrentados que, con la intermediación y la asistencia vital de los Estados Unidos (y, en particular, de su actual Administración que encabeza el nominado), han logrado superar las diferencias entre ellos existentes y convenir en una serie de temas importantes.

El 5 del corriente, se anunció la normalización de las relaciones económicas entre Serbia y Kosovo. También la apertura de embajadas de cada uno de esos dos países en la ciudad de Jerusalén. La firma entrañó una fina jugada diplomática, ya que el primero de ambos Estados no reconoce la independencia del segundo, pues lo considera parte de su propio territorio. Por ello, el consenso quedó plasmado en dos documentos separados: uno con Serbia y otro con Kosovo.

Apenas tres días más tarde, el 8, se dio publicidad a la inminente firma de un acuerdo de normalización de relaciones entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos. Este documento -bautizado como Tratado de Abraham en homenaje al profeta bíblico, considerado patriarca por judíos y musulmanes (y por cristianos)- fue suscrito en la misma Casa Blanca de Washington el 15 del corriente. Participaron en el acto, además del anfitrión, Donald Trump, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y el canciller emiratí.

Por último, el 11, aniversario del fatídico derribo de las Torres Gemelas en Nueva York, se dio a conocer el logro de un acuerdo similar que tiene por fin normalizar completamente las relaciones entre Israel y el Reino de Bahréin. Se cumple, pues, la premonición expresada por Tybring-Gjedde, al adelantar que la concertación del acuerdo con los Emiratos Árabes Unidos podría iniciar un círculo virtuoso y generar una especie de efecto dominó en el Medio Oriente. Esto, a su vez, pudiera dar inicio a una era de cooperación y prosperidad en esa convulsa región.

Creo que, si pasamos del complejo lenguaje diplomático al argot beisbolero plagado de anglicismos, tendríamos que repetir el dicho de un cubano amante de la pelota: lo logrado en política internacional por Donald Trump (con la colaboración cercana de su secretario de Estado, Mike Pompeo, por supuesto) si no es un record, es un excelente average.

Se trata de hechos concretos, palpables, que pueden ser comprobados por quienquiera tenga sincero interés en llegar a conocer la verdad. Frente a esto, los detractores recurren a una retórica que tiene años de antigüedad, que es incluso anterior al arribo del magnate inmobiliario a la mansión ejecutiva de la capital estadounidense.

Los mismos que años atrás ensalzaban la nominación para el propio Nobel de la Paz nada menos que de Fidel Castro, ahora se declaran pasmados, en el Noticiero Nacional de Televisión, por la propuesta

En la campaña anti-Trump se recuerdan todos los lugares comunes que han sido repetidos hasta la saciedad: cualquier declaración polémica que haya podido hacer el controvertido presidente norteamericano, el famoso Muro Fronterizo que él defiende a ultranza, su falta de apoyo a lo que en el léxico políticamente correcto se denomina "cambio climático motivado por la acción humana" y un largo etcétera.

Entre los detractores descuellan -¡no faltaba más!- los órganos oficialistas del castrismo. Los mismos que años atrás ensalzaban la nominación para el propio Nobel de la Paz nada menos que de Fidel Castro -sí, el mismo que en su día propuso al dictador soviético Nikita Jruschov que "asestara el primer golpe" (que habría dado inicio a la Tercera Guerra Mundial)-, ahora se declaran pasmados, en el Noticiero Nacional de Televisión, por la propuesta hecha por el parlamentario noruego.

A los que, pese a los tres acuerdos ya mencionados alcanzados bajo su presidencia, cuestionen los méritos del nominado, yo solo les preguntaría: ¿y qué merecimientos tenía su predecesor Barack Obama cuando, recién llegado a la Casa Blanca, fue postulado para el alto galardón, que le fue concedido antes de cumplir un año al frente del Ejecutivo?

Sí, parece evidente que el discutido señor Trump tiene méritos más que suficientes para recibir el galardón, pero de ahí a que se lo concedan hay un largo trecho. Para ser sincero, parece poco probable que alcance el Nobel de la Paz. Demasiadas objeciones se levantan al respecto en la prensa internacional y en el Parlamento Noruego encargado de otorgarlo.

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