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El régimen cubano perdió el monopolio de la información con la llegada de '14ymedio'

En los últimos diez años, la voluntad de cambio ha llegado a la mayoría de los ciudadanos de la Isla

Las grandes manifestaciones del 11 de julio de 2021 en numerosas ciudades del país estremecieron las bases del poder / Facebook / Marcos Évora
Ariel Hidalgo

23 de mayo 2024 - 13:01

Miami/Si fuera a calificar con palabras lo que ha habido en Cuba en los últimos diez años, diría: voluntad de cambio. Una toma de conciencia sobre la realidad en que viven los cubanos ya la había en la mayor parte de la población, aunque oculta por el velo de la doble moral. Ya casi nadie creía en un futuro prometedor bajo ese sistema, pero excepto una pequeña minoría, la única esperanza de liberación era solo individual: la salida del país. En esa década de 2014 a 2024 la voluntad de cambio comenzó a llegar gradualmente para esa mayoría, y creo que podríamos situar tres años clave: 2014, 2018 y 2021. El que estemos celebrando los diez años del nacimiento de 14ymedio es significativo en ese proceso, porque se trataba del primer periódico digital independiente hecho en Cuba. El régimen totalitario comenzó a perder el monopolio de la información.

La era de la sociedad informática había llegado al mundo, pero países como Cuba y Corea del Norte trataban de poner trabas a la propagación de esa tecnología entre la población, porque por su naturaleza era antagónica con los poderes totalitarios dominantes, un mecanismo que de forma general el propio Marx había descubierto hace casi siglo y medio atrás: el desarrollo de las fuerzas productivas entraba en contradicción con las relaciones de producción, solo que ahora esas fuerzas productivas ya no estaban representadas por las maquinarias de las fábricas típicas de la sociedad industrial, sino por computadoras personales, móviles e internet. 

Esas relaciones de producción, representadas por las estructuras totalitarias, se convertían en un freno a ese desarrollo

Esas relaciones de producción, representadas por las estructuras totalitarias, se convertían en un freno a ese desarrollo, porque sus dirigentes se dieron cuenta del carácter eminentemente subversivo de aquellas invenciones. En 1991 se había producido en Regla, municipio capitalino, una protesta multitudinaria por el asesinato de un joven a manos de la Policía, pero en las demás barriadas de la capital casi nadie lo supo hasta el día siguiente –y algunos todavía no se han enterado–, por la falta de una comunicación efectiva. Si hubiera sido hoy, en pocos minutos todo el pueblo se habría enterado, desde San Antonio a Maisí.  

Pero como ese proceso de la informática no se podía detener, porque no se podía vivir de espaldas al mundo, en Cuba tuvo que abrirse más a gran parte de la población, aunque tímidamente, en 2018. Ese intercambio de ideas a través de blogs y de las redes sociales fue generando esa voluntad de cambio. Y al año siguiente se hizo patente ese cambio cuando en el referendo constitucional, a pesar de tantas irregularidades y del miedo sembrado en la gente, habituada a asentir siempre –“para no buscarme problemas”–, el poder tuvo que reconocer que al menos –entre los que no votaron, los que anularon la boleta, la dejaron en blanco o votaron por el no–, casi la tercera parte se habían rehusado a votar afirmativamente.

Entre 2020 y 2021 se produjeron, sobre todo en La Habana, diversos actos de protesta como huelgas de hambre con la solidaridad de mucha gente, sentadas frente a oficinas gubernamentales, respaldos de la gente del pueblo a personas víctimas de atropello policial y hasta una huelga laboral de choferes. Y finalmente, todo esto desembocó, con el Movimiento San Isidro y las protestas de artistas, en lo que ya todos conocemos: las grandes manifestaciones del 11 de julio de 2021 en numerosas ciudades del país que estremecieron las bases del poder.

Aquellas manifestaciones y otras posteriores han sido reprimidas brutalmente y aún quedan centenares de manifestantes presos

Aunque aquellas manifestaciones y otras posteriores han sido reprimidas brutalmente y aún quedan centenares de manifestantes presos, las contradicciones que las provocaron, lejos de resolverse, se han agudizado aún más, por lo que, si yo publiqué, semanas antes de aquella fecha memorable, que “la nomenclatura cubana duerme sobre un polvorín”, ahora que la carga es mucho peor, un susurro al oído me dice que algo muy grande va a suceder.

Tampoco el exilio es el mismo al que llegué en 1988, directamente de una celda, aquel donde predominaban los más antiguos exiliados, asombrados de que el pueblo no se rebelara y de que el Ejército no diera el golpe militar que tanto esperaban, convencidos de que aquella disidencia de la que se hablaba era una falsa oposición fabricada por la dictadura, por lo que me amenazaron de muerte y hasta fueron a ponerme una bomba que por error hizo estragos en la casa de un vecino.

Afortunadamente, ese exilio fue poco a poco recibiendo las sucesivas dosis de realidad que trajeron los éxodos masivos. Un día contaré cuando, sumido en un profundo desaliento, lo abandoné todo y me fui a la Florida International University (FIU), no a impartir o recibir clases, sino a recoger la basura del campus universitario, y me encontré con esos trabajadores sencillos, hombres y mujeres nobles recién llegados de la otra orilla y recibí de ellos una transfusión de esperanza, la esperanza de una Cuba nueva.

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