En 2020 el régimen cubano sufrió sus primeras derrotas
El crecimiento de las redes sociales permitió a cientos de miles de personas exponer su descontento
La Habana/Lo que pasó en Cuba a lo largo de este año se puede relatar de manera fragmentaria a través de una cronología, pero lo más importante no comenzó en enero de 2020, sino el miércoles 11 de septiembre de 2019, cuando el presidente de la República, para tranquilizar a la ciudadanía, avisó de que el día 14 llegaba un barco con combustible. Se iniciaba así la llamada situación coyuntural, que lejos de ser transitoria se ha convertido en crónica.
Lo novedoso fue que esta vez el Gobierno carecía de un compromiso para mejorar la situación económica y los gobernados empezaron a mostrar como nunca antes su inconformidad.
A diferencia de cuando Fidel Castro estaba al mando de la nave y contaba con el monopolio absoluto de los medios de información, el surgimiento de las redes sociales, que registraron un crecimiento exponencial a lo largo de 2019 con la posibilidad de conectarse desde los teléfonos móviles, permitió a cientos de miles de personas no solo enterarse mejor de lo que pasaba sino también exponer su descontento.
Un derrumbe en La Habana Vieja a finales de enero de 2020 tuvo el desenlace de tres niñas fallecidas; el fatal acontecimiento desató una ola de protestas que llegó a los comentarios de los medios oficiales en su versión digital. Lo trascendente no fue que el Gobierno conociera que sus gobernados le estaban echando la culpa de la tragedia, sino que cada inconforme descubrió que no estaba solo.
Lo trascendente no fue que el Gobierno conociera que sus gobernados le estaban echando la culpa de la tragedia, sino que cada inconforme descubrió que no estaba solo
La llegada de la pandemia de covid-19 el 11 de marzo desató una intensa campaña ciudadana que instaba a cerrar los aeropuertos para evitar la entrada de nuevos casos. La irresponsable reacción gubernamental de proclamar al país como un "destino seguro para el turismo" ocasionó una reacción de disgusto generalizada que incluyó a simpatizantes y militantes del Partido Comunista. Al cierre del año, más de 11.600 personas se habían contagiado y la cifra de fallecidos alcanzó las 145 en la Isla.
El desabastecimiento de productos alimenticios llegó en 2020 a las tiendas que venden sus productos en forma liberada en CUC y a los mercados agropecuarios. Como inevitable consecuencia el mercado informal ganó en importancia para los consumidores. Ante la imposibilidad estatal de producir y comercializar lo que la gente necesita, la respuesta fue perseguir y castigar a quienes eran capaces de hacerlo. La televisión nacional, violando todos las normas éticas conocidas se dedicó a hacer públicos estos casos para que sirviera de escarmiento.
Ante semejantes procedimientos también se alzaron las voces que invitaban al Gobierno a destrabar las fuerzas productivas, a permitir antes que reprimir.
La aparición a mediados de año de nuevas tiendas estatales de productos de primera necesidad donde solo se puede pagar con tarjetas respaldadas con moneda libremente convertible parecía que sería la medida más impopular del año, sobre todo porque su abastecimiento (también deficiente) descansaba en retirar numerosos productos de las tiendas tradicionales.
A muchos les pareció inadmisible que el dinero con el que pagaban a los trabajadores para construir el socialismo no sirviera para comprar en esas tiendas y que, sin embargo, a ellas acudirían aquellos cuyos parientes desde el extranjero les podían recargar las tarjetas que a esos efectos creó el Banco Central de Cuba, sobre todo porque ese banco no ofrece el servicio de cambiar los pesos cubanos en dólares o euros.
El aumento de las restricciones impuestas por el Gobierno de Estados Unidos, en particular las sanciones que trajeron como consecuencia la suspensión de la Western Union como tramitador de remesas, también fueron protestadas por numerosos cubanos y no solo por sus efectos en la economía familiar, sino porque la medida le daba nuevos argumentos a la dictadura para justificar su mala gestión económica.
Los dos últimos meses de 2020 trajeron un aluvión de noticias. En noviembre, los sucesos protagonizados por el Movimiento San Isidro, posteriormente redimensionados con la presencia de centenares de jóvenes artistas reclamando libertad frente al Ministerio de Cultura. En diciembre, la llamada Tarea Ordenamiento anunció el fin de la circulación del peso convertible y modificó sensiblemente la relación de los salarios con los precios de bienes y servicios.
Lo ocurrido alrededor del Movimiento San Isidro, en especial la desproporcionada respuesta represiva del régimen, despeja cualquier duda sobre los efectos corrosivos que tiene la libertad en medio de una dictadura. El Gobierno desestimó la capacidad de convocatoria de un reducido grupo de artistas que decidieron acuartelarse para protestar por la detención de uno de los suyos, el rapero Denis Solís.
El asalto a la sede del movimiento no quedó impune y, aunque algunos de los que se plantaron el 27 de noviembre frente al Ministerio se excusaban aclarando que ellos no compartían todo lo que se hacía en San isidro, coincidían en que era necesario reconocer el derecho a la discrepancia.
Coincidiendo con las celebraciones por el Día de los Derechos Humanos, el presidente Miguel Díaz-Canel, con la silenciosa presencia de Raúl Castro, anunció en una intervención especial en la Televisión Nacional el inicio de nuevas medidas económicas a partir del primero de enero de 2021.
La tasa de cambio de 24 pesos cubanos por un dólar, la extinción definitiva del peso convertible y un conjunto de medidas tendientes a eliminar gratuidades y subvenciones introducirán los cambios más profundos en la vida diaria de los ciudadanos.
La subida del precio de la tarifa eléctrica enfrentó una reacción de tal magnitud que a los pocos días de anunciada tuvo que ser rectificada
La subida del precio de la tarifa eléctrica de 9 centavos el kilovatio hora (kWh) a 40 enfrentó una reacción de tal magnitud que a los pocos días de anunciada tuvo que ser rectificada, dejando en 33 centavos el precio del kWh. Para algunos todo eso fue un truco y desde el principio anunciaron precios que ya sabían que iban a rebajar; para otros, fue un triunfo de la protesta ciudadana reflejada esencialmente en las redes sociales.
Posteriormente se han anunciado los aumentos de las tarifas del agua y de los precios de los medicamentos y se espera que en los primeros meses de 2021 se conozcan otras malas nuevas. Pero más allá de lo que falta por saberse y de los muchos hechos que servirían para narrar este año que termina, 2020 demostró que los cubanos ya no somos los mismos. El pulso entre el Gobierno y la ciudadanía se saldó -en repetidas ocasiones- en tablas o con el oficialismo cediendo terreno. 2021 podría ser el escenario de otras tantas derrotas para el régimen.
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