Réquiem por Guantánamo

Cuba y la noche

La provincia más oriental de Cuba es también la más pobre y los ideólogos del régimen saben que, a mayor pobreza, mayor dependencia

Díaz-Canel llegó a las zonas afectadas por Oscar con un ejército de escoltas, pero con las manos vacías.
Díaz-Canel llegó a las zonas afectadas por Oscar con un ejército de escoltas, pero con las manos vacías. / Cubadebate
Yunior García Aguilera

24 de octubre 2024 - 17:37

Madrid/Gracias al teatro tuve la suerte de recorrer casi todo el archipiélago cubano, desde Pinar del Río hasta Santiago, incluyendo la Isla de Pinos. Sin embargo, me quedó una deuda antes de ser expulsado de Cuba: Guantánamo. Algunas de mis obras sí se presentaron en sus escenarios, pero la función siempre me coincidía con algún viaje fuera del país. Aquel aforismo que reza “conozca a Cuba primero y al extranjero después”, nunca ha sido muy tomado en serio por la mayoría de los cubanos que tienen el privilegio de tomar aviones. Entonces, cuando estamos lejos, es que nos aplasta todo el peso de la nostalgia. Guantánamo es mi cabo suelto, mi espinita, mi cuenta pendiente.

La provincia más oriental de Cuba es también la más pobre. Y los ideólogos del régimen saben que, a mayor pobreza, mayor dependencia. Por eso nadie descarta que la miseria planificada sea una de sus estrategias para mantener en pie un modelo obsoleto, empobrecedor y catastrófico. En las “elecciones” de delegados de 2023, por ejemplo, Guantánamo fue la provincia con más votos válidos (92.94%).

El régimen prefiere concentrar los escasos recursos que distribuye en las zonas más problemáticas, las menos obedientes, aquellas donde la chispa de la protesta se enciende más de prisa. Por eso suelen abandonar los territorios que muestran mayor lealtad. La pobreza de Guantánamo no es solo resultado de un fatalismo geográfico. Su desamparo es directamente proporcional a la confianza que sienten los burócratas en la fidelidad política de la región. “En territorio ganado no se gastan balas”, podría rezar un nuevo aforismo. Pero todo eso, quizás, esté a punto de cambiar.

El régimen prefiere concentrar los escasos recursos que distribuye en las zonas más problemáticas, las menos obedientes

El dictador designado llegó a las zonas afectadas por el huracán Oscar con un ejército de escoltas, pero con las manos vacías. Llegó con un montón de excusas, pero sin soluciones, con una tropa de camarógrafos, pero sin insumos. Cubadebate ha publicado este jueves: “Ni solos ni abandonados, Cuba está en función de ustedes”. Sin embargo, en todas las imágenes que circulan en redes sociales, la verdad abofetea al titular oficialista. La gente no recibió a Díaz-Canel con aplausos. En sus voces se escuchaba todo el tiempo una frase contundente: nos abandonaron.

Todavía no conocemos, a ciencia cierta, el tamaño de la destrucción. El huracán Ian (2022), de categoría 5, dejó un saldo de cinco víctimas mortales. Oscar, con categoría 1, ha cobrado ya siete vidas, aunque se teme que la cifra sea mayor. Ni siquiera la respuesta ante ciclones, que gozaba antes de prestigio, puede hoy jactarse de nada. El desastre es total.

Algunos cubanos han sugerido convertir la Base Naval de Guantánamo en una ciudad para cubanos libres. Aunque la idea resulta macondiana e improbable, sería interesante transformar ese trocito de Cuba, ocupado por Estados Unidos, en una especie de Hong Kong caribeño. Imaginen el impacto moral que podría causar una ciudad libre en la mismísima boca del caimán. Imaginen el contraste entre ambos lados de la cerca metálica. Por supuesto, esta sugerencia no pasa de ser una fantasía. Pero ya que el régimen nos lo ha quitado prácticamente todo, que no nos quiten, además, nuestra capacidad de imaginar.

Nadie, ni el más acérrimo enemigo del régimen, se alegra por la tragedia ocurrida

Nunca estuve en Guantánamo, pero tengo un montón de amigos guantanameros. Doy fe del talento, la inteligencia, la creatividad, la nobleza y el coraje de las personas que conozco. Con ellos está hoy nuestro pensamiento y nuestras oraciones. Nadie, ni el más acérrimo enemigo del régimen, se alegra por la tragedia ocurrida. A todos nos duele Guantánamo. En el exilio, muchos cubanos ya se organizan para enviar ayudas, priorizando a las zonas más afectadas. Y somos conscientes de que un blíster de medicamentos no soluciona todo el problema, pero le sirve, al menos, a una persona enferma. Eso no es poco. Peor sería quedarnos con los brazos cruzados o limitarnos a la denuncia y la catarsis.

Cuba está harta de los discursos políticos. Aquellos que nos hemos enfocado en luchar por el cambio, deberíamos evitar reproducir el modelo palabrero del régimen. Hacer política es, sobre todo, hacer cosas concretas por la gente. Debería tratarse más de hacer y menos de hablar. Debería ser una práctica, no una simple retórica. Es cierto que resulta extremadamente complicado hacerlo desde fuera. Es verdad que, en toda ayuda, subyace la trampa de estar beneficiando indirectamente al régimen. Pero ese temor no puede provocar que, también nosotros, dejemos abandonados a los que necesitan auxilio.

¿Cómo forzar una intervención humanitaria? ¿Cómo lograrlo a pesar de la tozudez y la soberbia de un régimen moribundo? No nos quedemos en una esquina solo cantando La Guantanamera. Hacer algo hoy por Guantánamo, es la mejor manera de hacerlo por la Cuba que algunos soñamos. 

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