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La revolución cubana nunca ha sido emancipación, sino dominación

Ha sido posible porque los propios ciudadanos apoyaron las políticas arbitrarias del régimen

La dominación en Cuba también ha sido posible gracias a la participación de los propios ciudadanos / 14ymedio
Karel J. Leyva

04 de agosto 2024 - 15:20

Montreal/La dominación se manifiesta cuando un agente —ya sea una persona, una institución o el Estado— tiene la capacidad de intervenir de manera arbitraria en las decisiones y acciones de otro, sin tener en cuenta sus intereses y sin que este último pueda cuestionar o contrarrestar dicha intervención. Un poder es considerado arbitrario cuando actúa según la voluntad caprichosa o el juicio idiosincrático de quienes lo ejercen.

La dominación no solo se refiere a la intervención activa, sino también a la mera posibilidad de dicha intervención. Un caso comúnmente mencionado para ilustrar las formas sutiles de la dominación es la dinámica entre un amo y un esclavo. Existe dominación tanto cuando un amo interviene constantemente para regular cada aspecto de la vida de su esclavo como cuando se muestra benevolente con este último, permitiéndole hacer cuanto se le antoje. La idea subyacente es que, incluso cuando el amo actúa de manera benevolente, la simple posibilidad de privar al esclavo de los beneficios que le otorga en el momento que él lo estime califica la relación como una de dominación. 

Consideremos el contexto cubano. En teoría, un observador externo podría pensar que los ciudadanos de Cuba tienen la libertad de salir y entrar a su propio país (dejando de lado las insalvables desigualdades entre ellos; pasando por alto incluso el hecho de que tal "libertad" depende en gran medida de cuánto se esté dispuesto a sacrificar, desde las propiedades y vínculos más íntimos y sagrados, hasta la propia vida en muchos casos). Sin embargo, la cruda realidad es que el Gobierno cubano mantiene intacta la capacidad de poner fin a esta supuesta libertad. Cuando impide a un disidente salir del país, o cuando caprichosamente lo fuerza al exilio, está ejerciendo dominación. Incluso cuando no interviene, se encuentra en la misma posición del amo benevolente, que permite al esclavo ir y venir, mientras y hasta cuando se le antoje. 

La dominación no solo se refiere a la intervención activa, sino también a la mera posibilidad de dicha intervención

Desde sus inicios, el proyecto revolucionario cubano se constituyó como un proyecto de dominación. Las políticas que llevaron a la nacionalización de empresas y propiedades privadas son parte integral de este proyecto. La intervención arbitraria del Estado en la propiedad privada y su control absoluto sobre la economía pronto resultaron en la desposesión de los ciudadanos de su autonomía económica. Los cubanos quedaron sumisos, dependientes de las decisiones arbitrarias del Gobierno en cuanto a la producción, distribución y consumo de bienes.

Aquellos que se han atrevido a desafiar el poder del Estado han enfrentado cárcel, exilio o aislamiento social. El hecho de que el régimen revolucionario establezca que solo se puede expresar públicamente aquello que el Gobierno aprueba, que la suerte del ciudadano esté determinada por su grado de doblegación y que toda contestación sea cruelmente castigada, es la manifestación misma de la dominación.

Desde sus inicios, el proyecto revolucionario cubano se constituyó como un proyecto de dominación

La dominación en Cuba también ha sido posible gracias a la participación de los propios ciudadanos. Si, inicialmente, muchos apoyaron las políticas arbitrarias del régimen aceptando a cambio la promesa de un futuro radiante, pronto el apoyo se convirtió en acción. Animados y respaldados por el Gobierno, muchos denunciaron, agredieron, intimidaron y estigmatizaron a quienes osaron alzar la voz contra la dictadura. No les bastaba que un Estado militar monopolizara la violencia, el control sobre las armas, las ideas, la comunicación, el alimento o el transporte; también se sumaron a sus planes y entregaron sin resistencia la poderosa arma de la aprobación social.  Y es que, sin importar dónde el comunismo se arraigue, siempre reconfigura las normas sociales, subordinándolas a la voluntad caprichosa del tirano.

Y es que toda la historia de la “revolución” es una de dominación. ¿Qué han sido sino los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), basados en la inmoral premisa de la vigilancia, la denuncia y la estigmatización? ¿Qué fueron sino los permisos de salida (tarjeta blanca), aprobados durante décadas de manera arbitraria? Y qué las leyes que criminalizan la libertad de expresión y asociación bajo la premisa de proteger la seguridad del Estado. ¿Hay algo más arbitrario que las recientes amenazas de revocar la ciudadanía cubana a quienes ellos consideren? ¿Qué han sido sino todas las políticas públicas aplicadas sin importar cuánto daño causen en las familias cubanas? ¿La falta de elecciones libres y justas no priva a los ciudadanos de voz en los procesos que regulan sus vidas? ¿La ausencia de independencia judicial y la represión de la sociedad civil no vienen a consolidar la estructura de dominación del régimen comunista? 

Animados y respaldados por el Gobierno, muchos denunciaron, agredieron, intimidaron y estigmatizaron a quienes osaron alzar la voz contra la dictadura

El premio Nobel de Literatura y disidente ruso Joseph Brodsky solía decir que, para ser eficaz, el demonio no se presenta nunca como tal. Como buen demonio, la revolución cubana siempre se ha presentado como un proyecto de justicia social, uno de “igualdad y libertad plenas”. Pero la mal llamada revolución cubana no es, y nunca ha sido, emancipación. Desde los antiguos tiempos en que se forjó el concepto de república se sentaron las bases para determinar inequívocamente cuando estamos en presencia de la tiranía, incluso cuando el opresor se presenta como aliado. Por más que el régimen se vista de república, en la Cuba comunista la “revolución” no es más que un eufemismo para la dominación.

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