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Salman Rushdie, la irreverencia y los acomplejados de todo tipo

Puede que no estemos inmersos en ciertos debates, pero el sentido común apunta a que exterminar al que piensa diferente nunca es buena idea

Durante una visita a Bombay en 2004, Rushdie fue amenazado de muerte por varios manifestantes. (VISHAL OLWE/EFE).jpg
Yoani Sánchez

14 de agosto 2022 - 15:58

La Habana/Se debate entre la vida y la muerte pero la prensa oficial cubana apenas ha dicho algo. Es un enemigo del régimen iraní y ya eso basta para que La Habana haga silencio ante el ataque que ha dejado gravemente herido a un escritor que usa la metáfora y sus amplios conocimientos de historia como herramienta para conectar con millones de lectores. Él es el niño irreverente de toda fiesta, el que lanza la torta en la cara al estricto organizador de la falsa festividad.

Hace años Rushdie fue objeto de una fetua, pronunciada por los religiosos iraníes, que lo condenaron a muerte por blasfemia. Si a cualquier habitante de esta Isla se le pregunta qué significa tamaña maldición, probablemente no pueda explicar mucho más allá de algunos torpes balbuceos. Nuestra raíz mestiza e insular quizás nos haya salvado de ciertos extremos religiosos pero no somos ajenos al juicio sobre los sectarismos. Puede que no estemos inmersos en ciertos debates, pero el sentido común apunta a que exterminar al que piensa diferente nunca es buena idea.

¿Por qué a la palabra se le oponen las armas? ¿Cómo un escritor está ahora mismo en una sala de terapia intensiva solo por lo que puso sobre el papel?

A Rushdie lo atacó un lunático con un cuchillo mientras dictaba una conferencia en el norte del estado de Nueva York. Este es el más reciente capítulo de décadas de acoso en el que el literato, que hace mucho se merece el esquivo, caprichoso y veleidoso premio Nobel, ha debido cambiar su nombre, esconderse, sumergirse en la clandestinidad para evitar a los extremistas que lo perseguían no solo para liquidar su espíritu libertario sino, de paso, ganar la suculenta recompensa de más de tres millones de dólares puesta a su cabeza.

¿Por qué a la palabra se le oponen las armas? ¿Cómo un escritor está ahora mismo en una sala de terapia intensiva solo por lo que puso sobre el papel? No importa lo que haya dicho, su libertad de expresión está por encima de todo lo que podamos contraponer. No me importa si se llama Rushdie, es indio y se ha declarado cuestionador de todo dogma. Pone una sílaba detrás de otra con una belleza y una pulcritud insuperables. Eso lo coloca en el parnaso creativo.

Subir a un escenario para intentar matar a un hombre que habla parece una de las escenas más emblemáticas de la necedad humana. ¿Se puede asesinar a la palabra? ¿Se apaga una voz clavándole un puñal en el cuello? Por favor, váyanse con su ceguera bien lejos, a otra galaxia si es posible. Déjense de tanto complejo y tanta falta de autoestima, el nombre de escritores como Salman Rushdie se repetirá mucho después de que algún reporte policial diga el triste nombre del que intentó matarlo.

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