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La segunda temporada de 'Abelito' ministro

Abel Prieto retorna al cargo de ministro de Cultura. (EFE)
Ernesto Santana

11 de julio 2016 - 10:30

La Habana/A finales de su primera temporada como ministro de Cultura (1997-2012), varias veces se escucharon comentarios sobre las ganas que tenía Abel Prieto de abandonar el cargo. Los más prácticos decían que por enfermedad, los más románticos que para dedicarse de lleno a escribir.

Ahora llega su segunda temporada y, aunque ocupa el cargo "provisionalmente", ya hay muchos artistas e intelectuales complacidos, por aquello de Abelito buena gente y de que prefieren un ministro del gremio que a un simple cuadro político.

Otros, libres de esas supersticiones, consideran a Prieto más dañino que Armando Hart y Julián González juntos, dada la magnífica salud y el colmillo que mostró el año pasado al frente del comando de respuesta rápida —autoproclamado "verdadera sociedad civil cubana"— que intentó asaltar la Cumbre de las Américas en Panamá para impedir la participación pacífica de los "mercenarios anticubanos".

Este asesor de Raúl Castro se ha consagrado en los últimos años a advertirnos enfáticamente sobre los avances del mal gusto, del machismo cuartelario, de la falta de ideas y otras chusmerías como peligros culturales contra nuestra identidad y nuestra nación, emanados, por supuesto, del infierno capitalista.

Este asesor de Raúl Castro se ha consagrado a advertirnos enfáticamente sobre los avances del mal gusto, del machismo cuartelario, de la falta de ideas y otras chusmerías como peligros culturales

El anuncio de que Julián González quedaba "liberado del cargo" se hizo el viernes 8, al concluir el II Pleno del Comité Central, antes de la sesión plenaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular. No solo no se explicó la razón para una "liberación" tan repentina que no hubo tiempo sino para designar a Prieto como provisional ministro, sino que luego los medios oficiales no han vuelto a mencionar el asunto.

Prieto regresa a la franquicia que lo convirtió en superestrella de la farándula revolucionaria, pero entre ambas temporadas ha tenido relevantes actuaciones mediáticas, como la escaramuza panameña, con declaraciones que, a no ser por su desesperado impudor, parecerían borrachas bromas de dominó o disparates de loco callejero. Por ejemplo, que el Gobierno cubano no puede legalizar las organizaciones opositoras por lo mismo que "Al Qaeda no se podría registrar legalmente como asociación", pues, de hecho, sus miembros, si no fueran cubanos, "estarían enjaulados en Guantánamo".

También está su aparición en el reciente foro Cultura y Nación: el misterio de Cuba, una apurada miniserie por encargo para contrarrestar el entusiasmo que dejó aquel asalto, descaradamente cuentapropista, del presidente de EE UU, y que precisó de una fumigación casi casa por casa. El "misterio de Obama" evidenciaba la obsolescencia del catecismo castrista, lo inútil de medio siglo de gritería antiyanqui y el pobre mercado para el paquete de cuentos sobre el hombre del saco que se lleva a los niños.

Sonaron las alarmas. Cundió la histeria. Abel Prieto habló de "guerra cultural y simbólica", del problema de contar la historia en "un mundo donde la diversión, el placer, la fragmentación, la amnesia, el culto al instante, se han convertido en pilares de la industria cultural hegemónica", mientras se erigía cruzado del "socialismo eficiente, desburocratizado, democrático, que estamos levantando" (sic). Imaginemos su preocupación de socialista democrático al conversar con la gente sobre "la comunicación que se ha abierto con EE UU" y hallar "inocencia, exceso de optimismo, desmemoria, admiración infantil y acrítica por la superpotencia y, en algún caso, deseos irrefrenables de abandonar los principios para entregarse al abrazo de Satanás".

De modo que hay que acabar con la falacia que asocia "lo yanqui" con "lo moderno" y con "el desarrollo", pues "esta idealización yancófila es una de las tendencias que debemos enfrentar en la guerra de ideas y valores que hay que librar".

En el mencionado foro, Abel Prieto propuso, para vacunar a los estudiantes, no los muñequitos soviéticos ni a Randy Alonso, sino a guías turísticos por el basurero yanqui como Oliver Stone y Michael Moore. También House of cards servía de antídoto. Y debió haber incluido South Park. Y es una lástima que Noam Chomsky no haya convertido en amenos audiovisuales sus insuperables diatribas contra su propio país.

Abel Prieto propuso, para vacunar a los estudiantes, no los muñequitos soviéticos ni a Randy Alonso, sino a guías turísticos por el basurero yanqui como Oliver Stone y Michael Moore

En cuanto al inevitable "intercambio académico con EE UU", hay que tragárselo mezclado con "principios muy claros" para "evitar deslumbramientos y posiciones aldeanas". Prieto advirtió también sobre el intento de "fomentar una quintacolumna enemiga de nuevo tipo, con publicaciones digitales bien diseñadas y concebidas, ornamentos socialdemócratas o 'centristas' y una palabrería cargada de eufemismos", todo ello financiado desde el exterior "ante el descrédito de la contrarrevolución tradicional".

Aunque tuvo que reconocer que las nuevas tecnologías no tienen la culpa, volvió a machacar con que sirven "como cauce y catalizador de la avalancha de las fuerzas desintegradoras", esas mismas que niegan el papel de las instituciones gubernamentales, sin las cuales "el ámbito cultural se convertiría en jungla y la mediocridad ganaría una preponderancia irreversible".

Refiriéndose a los jóvenes —esos que se lanzan al mar, a la cárcel o al purgatorio de las calles—, Prieto quiere hacernos creer, muy seriamente, que hay que lograr que "sientan y vivan la Revolución en todo su itinerario histórico, con pasión y profundidad, y al mismo tiempo sientan y vivan y defiendan su continuidad como la única garantía de tener patria, de tener dignidad".

Como la nota informativa sobre la "liberación" de González Toledo no contenía más información que la tradicional coletilla de "se le asignarán otras tareas", de inmediato surgió la tradicional gama de especulaciones, una de las cuales apuntaba a una supuesta campaña para privar a Miguel Díaz-Canel de compinches que lo ayudaran a atornillarse en el poder.

Hay otra especulación podría tener cierta lógica. Cuando Julián González reemplazó en el Ministerio de Cultura a Rafael Bernal Alemany, en 2014, trascendió que su defenestración se relacionaba con el estrepitoso robo de un centenar de piezas del Museo de Bellas Artes, algunas de las cuales aparecieron después en Miami. Ahora, aunque González Toledo es considerado un "funcionario trabajador y honesto", aparte de que sus superiores no estén contentos con "su falta de liderazgo", vuelve a mencionarse el fantasma de la corrupción.

Aunque González Toledo es considerado un "funcionario trabajador y honesto", aparte de que sus superiores no estén contentos con "su falta de liderazgo", vuelve a mencionarse el fantasma de la corrupción

Más aún, hay quien relaciona esta caída con varios escándalos de dinero protagonizados por el presidente del Instituto Cubano de la Música, Orlando Vistel, y otros depredadores de la selva cultural. Pero, naturalmente, no hay ninguna declaración oficial que aclare el asunto e informe como debe ser, pues dar a conocer la verdad sigue siendo regalar armas al enemigo.

Los cubanos solo necesitamos los raspados de cerebro de Abel Prieto, que nos llama a "construir un socialismo digital", que nos recuerda que "el principal impulsor de la democratización de las nuevas tecnologías en Cuba, y yo creo que en el mundo, es Fidel", y nos previene del mercado, ese "censor mucho más terrible que el peor que haya existido en la época de Stalin".

Si segundas partes nunca fueron buenas, en este caso tampoco lo fueron las primeras. Esta segunda temporada, por breve que sea y gústenos o no, viene a salvarnos del veneno cultural del Tío Sam. Los chupatintas locales nos seguirán protegiendo del chupi chupi tropical, de la chabacanería nacional y del chupacabras imperial.

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