Todo está sellado
La Habana/Los fines de año representan en todo el mundo un desafío para muchas empresas y negocios, especialmente para los de transporte. Nadie quiere perderse la oportunidad de aumentar considerablemente las utilidades a partir de un ascenso descomunal de la demanda. Con este propósito se trazan estrategias y se hacen los ajustes correspondientes desde mucho antes. Cierto es, también, que los precios de los boletos suelen aumentar. Lo extraño sería que usted, teniendo los recursos para viajar, no encuentre ninguna oportunidad de llegar a su destino por tierra, mar o aire.
Excepto si vive en Cuba. Una isla cuyo territorio y población total son comparables e incluso superados por algunas grandes ciudades del orbe.
Acá, desde los primeros días de diciembre ya puedes escuchar en cualquier oficina que expende pasajes la famosa frase: "No mijo, no, para esas fechas todo está sellado". Luego, el cubano, ya acostumbrado a que todo se puede resolver con 10 CUC por encima, insinúa: "¿Está usted segura de que no podemos hacer algo...?" Y la empleada responde: "Yo quiero ayudarte, pero de verdad que no hay nada..." y pone cara de tristeza mirando el poco saldo que queda en su celular..., pues siente que ella es una víctima también de la falta de capacidades... al no poder "ayudar" a mucha gente.
También es frecuente encontrar quien se ríe y dice irónicamente: "¿Pero a quien se le ocurre ya empezando diciembre venir a buscar pasajes? Eso se hace con tres meses de antelación por lo menos."
La cuestión está en que si no encuentras la posibilidad en avión, tren o guagua, entonces tienes que "morder con el primer anillo". Esto significa moverte hacia las afueras de La Habana para montar en un camión americano gigante de más de 50 años, una mecánica adaptada para estos trajines, un chofer no profesional y cero garantías para la seguridad de los pasajeros.
Lluvias, frío, hambre (...) son algunas de las bondades de este tipo de viajes
Aun así, el precio para abordar estas moles de hierro pasa de los 200 pesos. Miles de personas de todas las edades, incluyendo niños en brazos, viajan hasta y desde el oriente del país sentados en unos bancos largos de hierro, aferrándose con la puntica de los dedos y despedidos del lugar cada vez que el carro frena o hace una maniobra brusca para adelantar o esquivar un impacto con los vehículos que vienen de frente en los cientos de kilómetros donde no hay autopista.
Lluvias, frío, hambre, oscuridad, deseos de hacer necesidades fisiológicas que, cuando más, puedes evacuar en la yerba, son algunas de las bondades de este tipo de viajes que pueden durar, dependiendo de la provincia de destino, entre 12 y 20 horas si no hay roturas...
Estas personas son las que luego usted ve por el noticiero lesionadas o fallecidas en los accidentes que a diario tienen lugar durante esos trayectos. Obviamente, los reportajes no escarban en la raíz del problema sino que transfieren toda la responsabilidad a los choferes de estos aparatos.
Una reflexión seria sobre este tema -o cualquier otro en la vida diaria de los cubanos- nos lleva inevitablemente a la conclusión de que sin un nuevo sistema político, jamás saldremos de este subdesarrollo, peligrosamente enmascarado por nosotros mismos.
Ruego una vez más para que este fin de año el atraso, la ignorancia y principalmente la irresponsabilidad del Estado no acaben con la vida de tantos cubanos en las carreteras. Pero las estadísticas suelen oponerse a mis deseos.