¿Por qué el socialismo es tan divisivo?
La doctrina marxista no puede crear un "hombre nuevo" más altruista a través de la presión selectiva
Sacramento (California)/El 16 de abril de 1961 Fidel Castro proclamó el carácter socialista de la revolución cubana. Sesenta y dos años han transcurrido desde esa fecha y el pueblo cubano continúa profundamente dividido. Los factores (históricos, económicos y políticos) que explican tal división abarcan múltiples disciplinas. Este comentario se centra en el origen más básico: las bases biológicas de la conducta humana.
El origen de las especies, de Darwin, fue publicado once años después del Manifiesto comunista de Marx y Engels. Desde entonces, la biología ha avanzado hasta el mapeo de funciones biológicas a regiones específicas del cerebro y la secuenciación del genoma humano. La doctrina marxista antecedió el más rudimentario conocimiento de la evolución biológica y la cognición humana. Cabe preguntarse: ¿en qué medida el modelo marxista de socialismo se adapta a nuestra comprensión actual de la biología del comportamiento humano? La respuesta a esta pregunta podría ayudarnos a entender por qué un orden social que promete justicia social resulta tan divisivo.
El concepto darwiniano de evolución mediante selección natural es un pilar de la biología. Nuestro comportamiento individual y colectivo ha sido moldeado por un proceso de evolución genético-cultural a lo largo de nuestro camino hacia el Homo sapiens moderno. La afirmación de que nacemos con instintos adquiridos a lo largo de nuestro pasado evolutivo no debe malinterpretarse como un determinismo genético. Nadie nace destinado a ser un santo o un villano. El medio social puede hacer la diferencia a nivel personal. Sin embargo, ningún orden social, doctrina o religión puede convertir a toda una población en santos o villanos. La estadística sugiere que la biología impone límites a lo que la cultura puede determinar en una población. Las nociones de que el comportamiento humano es genéticamente predeterminado e incambiable o que puede ser remodelado ilimitadamente a través de la cultura son, ambas, erróneas.
El medio social puede hacer la diferencia a nivel personal. Sin embargo, ningún orden social, doctrina o religión puede convertir a toda una población en santos o villanos
No tiene sentido preguntarse qué es más importante en el comportamiento humano, naturaleza o crianza. Ambos elementos son codependientes e inseparables. La personalidad adulta resulta de un complejo proceso de interacciones gen-medio ambiente. Aunque podamos albergar rasgos de personalidad hereditarios comunes, nuestro entorno cultural no compartido genera una enorme variabilidad de conducta. Es de esperar que nuestros rasgos de conducta individual y colectiva tengan una base biológica evolutiva cuando (a) están presentes en especies anteriores al Homo sapiens, (b) son comunes a todas las culturas, (c) su heredabilidad está documentada por estudios de gemelos, adopción, familias o altas puntuaciones poligénicas o (d) exhiben una base neurológica definida.
Un instinto de propiedad satisface todos los criterios anteriores. La inclinación a reclamar propiedad sobre una base de "primera posesión" ha sido bien documentada en el reino animal. En el humano, el instinto de propiedad pudo ser reforzado en el neolítico con el surgimiento de la agricultura y domesticación de animales. En esta etapa, la propiedad privada sobre tierra y ganado pudo agrandar la eficacia procreativa de familias. El costo reproductivo de competir por recursos naturales fue mitigado por normas que regularon la adquisición, retención y transferencia de propiedades. El empleo de la teoría matemática de juegos ha proporcionado evidencias que sustentan la evolución de las instituciones de propiedad por selección natural, desde el derecho de "primera posesión" y propiedad comunal hasta la propiedad titulada.
La doctrina marxista sirvió de guía para el modelo socialista soviético que adoptó la Revolución cubana. Su principio básico es la propiedad social sobre los medios de producción
En resumen, hay evidencias convincentes de que una predisposición hacia la propiedad está profundamente arraigada en nuestra historia evolutiva. En niños, el "instinto de lo mío" aparece tan temprano como a los dos años guiados por una heurística de primera posesión. Algunos psicólogos han definido la propiedad como un "yo" extendido. Los avances en neurociencias de la cognición y captura de imágenes del cerebro humano concuerdan con este punto de vista.
La doctrina marxista sirvió de guía para el modelo socialista soviético que adoptó la Revolución cubana. Su principio básico es la propiedad social sobre los medios de producción. La propiedad comunal predominó durante el vasto período de cazadores y recolectores de la existencia de nuestra especie. Algunos estudiosos han sugerido que los humanos, de inclinarse hacia alguna forma de propiedad, deberían ser proclives a la propiedad comunal. El instinto colectivista, sin embargo, no se opone al individualismo. De hecho, son conductas inseparables. Nuestros antepasados vivían en grupos pequeños que no creaban excedentes de bienes y posibilidades de acumular riqueza. En estas condiciones, la distinción entre interés propio e interés grupal era muy difusa. Se considera que el cambio de una sociedad igualitaria a jerárquica con el crecimiento del grupo fue adaptativo. Además, el hecho de que la propiedad comunal no perduró, es decir, fue parcialmente reemplazada por otras formas de propiedad, indica que no era una estrategia evolutiva estable.
Nuestros antepasados vivían en grupos pequeños que no creaban excedentes de bienes y posibilidades de acumular riqueza. En estas condiciones, la distinción entre interés propio e interés grupal era muy difusa
Una estrategia evolutiva estable es un comportamiento que, de ser adoptado por todos los individuos de una población, no puede ser invalidado por una estrategia diferente a través de la selección natural. La propiedad comunal no satisface ese criterio. Un razonamiento similar diría que la privatización extrema también sería inestable. Por lo tanto, solo una cierta combinación de ambas formas de propiedad tal como coexisten hoy en día puede haber sido estable.
Los avances en el campo de la genética, genómica y neurociencias de la cognición sugieren que la colectivización extrema es la causa principal de que repetidos intentos de establecer una sociedad socialista sean tan divisivos. Esta práctica desconoce las restricciones que nuestro pasado evolutivo impone a nuestra conducta social. También desconoce sesgos cognitivos productos de nuestra coevolución biológica-cultural como la aversión a la pérdida y efectos de mera tenencia y dotación. La teoría que identifica la tenencia como un "yo" extendido, predice que cuanta más propiedad es transferida a forma comunal en una sociedad moderna, más personas someten su identidad a una jerarquía teóricamente representativa del interés grupal.
Es concebible que más allá de un cierto umbral (que puede variar de una cultura a otra), la colectivización extrema genere considerable estrés emocional. Esta condición, solo sostenible por la fuerza, alimenta el malestar político, la decadencia económica y las migraciones masivas. En efecto, los sistemas socialistas actuales han perdurado retrocediendo de la colectivización extrema a favor de cierto grado de iniciativa privada. No obstante, una vez creadas divisiones profundas en una sociedad, repararlas exige gran pericia y voluntad política.
En resumen, como enseñó Confucio en sus Analectas, "ir más allá es tan erróneo como quedarse corto". Basado en la idea de coevolución genético-cultural, ¿puede la cultura socialista ejercer presión selectiva para crear un "hombre nuevo" más altruista? La respuesta a esta pregunta es no. La evolución cultural y biológica exhiben diferentes líneas de tiempo. Tales cambios tomarían miles de años en el supuesto que la sociedad no cambie por otras razones. ¿Se puede lograr el surgimiento de un "hombre nuevo" por medio del aprendizaje? El aprendizaje en sí mismo es un producto de la evolución no exclusivo de los humanos y su base biológica impone restricciones. Nuestro cerebro al nacer no es una tabula rasa que puede llenarse únicamente por experiencia. Por tanto, la respuesta a la pregunta anterior es sí, pero dentro de sus límites biológicos.
Cuando se desconocen estos límites, los intentos de crear un ser utópico devienen en tiranía. Ciertamente, tanto el individualismo como el colectivismo son requerimientos existenciales del ser humano. No obstante, un proyecto social no atento a los determinantes bioculturales del comportamiento humano puede convertirse en una quimera insostenible. Como señaló el premio Nobel Jacques Monod, la inspiración moral para un verdadero socialismo humanista debe basarse en la ciencia. Más aún, en nuestra creciente comprensión de la biología del comportamiento humano.
________________________
Nota de la Redacción: El autor fue profesor de biología molecular en la Escuela de Medicina en Atlanta (Georgia) e investigador titular del Centro Nacional de Investigaciones Científicas, en La Habana. Está retirado y reside actualmente en Sacramento, California.
________________________
Colabora con nuestro trabajo:
El equipo de 14ymedio está comprometido con hacer un periodismo serio que refleje la realidad de la Cuba profunda. Gracias por acompañarnos en este largo camino. Te invitamos a que continúes apoyándonos, pero esta vez haciéndote miembro de nuestro diario. Juntos podemos seguir transformando el periodismo en Cuba.