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La táctica dilatoria en el tema de las compensaciones

La prensa oficial anuncia la nacionalización de 382 empresas, entre ellas 105 centrales azucareros; 18 destilerías; seis empresas de bebidas alcohólicas; siete alimenticias; dos de aceites y grasas, entre otras. (Archivo)
Pedro Campos

05 de agosto 2016 - 09:31

La Habana/La burocracia que gobierna en Cuba desde hace más de medio siglo no muestra interés en una verdadera normalización de sus relaciones con EE UU en el corto plazo y solo busca ganar tiempo y ventajas económicas y políticas tácticas.

Se ha evidenciado en la última ronda de conversaciones entre representantes de los Gobiernos cubano y estadounidense en relación con el tema de las compensaciones, donde la parte cubana mostró su estrategia dilatoria al indicar, en palabras del viceministro de Relaciones Exteriores, Abelardo Moreno, que solo están en una fase informativa, en un proceso muy complejo y sin plazos fijos para reuniones.

Primero el Gobierno cubano puso la varilla a la altura de 300.000 millones de dólares "por daños económicos y humanos", algo que parecía infranqueable; pero la diplomacia norteamericana, experta en negociaciones, no solo aceptó el reto, sino que se proyectó dispuesta a tratar los términos y a llegar a acuerdos concretos.

La respuesta pública de las autoridades de la Isla ha sido tajante: "Las demandas del pueblo cubano no son negociables. Son decisiones judiciales que tienen que ser cumplidas", enfatizó el viceministro.

En verdad, tales demandas no son del pueblo, sino del Gobierno cubano y las "decisiones judiciales" del Ejecutivo no tienen jurisdicción extraterritorial, o sea que no se pueden aplicar fuera del país y mucho menos pretender imponer a un gobierno extranjero que, además, viene de buena voluntad a negociar un acuerdo en busca de allanar el camino para poder hacer fluir el capital y el comercio.

Tales demandas no son del pueblo, sino del Gobierno cubano y las "decisiones judiciales" del Ejecutivo no tienen jurisdicción extraterritorial

Según el funcionario, las demandas de los cubanos exiliados, ahora ciudadanos estadounidenses, no estarían consideradas. Para él y su Gobierno, esto no forma parte de las negociaciones. No se sabe cómo se lograría una normalización de relaciones con EE UU y una Cuba próspera sin abordar y resolver de alguna manera las demandas de estos también cubanos.

Como para no dejar dudas, el vocero agregó: "La normalización de las relaciones entre ambos países será muy difícil, para no decir imposible, mientras que siga vigente el bloqueo contra Cuba".

¿Más claro? No hay interés en profundizar el tema mientras no sea totalmente levantado el embargo. ¿Y qué fue primero, el huevo o la gallina? ¿Las nacionalizaciones o el embargo?

Como si los gobernantes cubanos no supieran que una solución al problema de las compensaciones es una condición indispensable para que se produzca un destrabe en todo el proceso de normalización y despegue de la inversión norteamericana en Cuba.

Esta situación tiene una clara lectura: las negociaciones con EE UU no están encaminadas a una plena normalización de las relaciones entre ambos países, sino a tratar de sacar ventajas tácticas que permitan al estatalismo burocrático mostrar una imagen negociadora y obtener entradas frescas del turismo y créditos internacionales para seguir alimentando el depredador monstruo burocrático que han creado en nombre del socialismo.

¿Y qué fue primero, el huevo o la gallina? ¿Las nacionalizaciones o el embargo?

Las inversiones extranjeras solo serían permitidas en el área y en los sectores que interesan al Gobierno, nada de apoyo a la empresa privada independiente, ni a las cooperativas, ni mucho menos permitir el desarrollo de la inversión libre de nacionales residentes en el exterior, como autorizó el modelo chino. Ni siquiera se proponen copiar a los chinos. ¡Ah! Y nada de libre internet.

En Cuba, como buenos gallegos intransigentes, los gobernantes seguirán practicando el estalinismo más puro y duro en economía y en política.

Las "reformas raulistas", paralizadas prácticamente desde su comienzo, se recordarán como muestras de una incipiente renovación para aplacar los ánimos en la militancia del Partido Comunista, obstaculizada por los más retrógrados, o como una bola de trapo lanzada a la publicidad internacional para hacer creer que el régimen estaba dispuesto a reformarse.

La tozudez gallega, que se muestra como "antiimperialista" para preservar su imperio interior, terminará por poner en entredicho la política de acercamiento de la Administración Obama, lo que llevará a cualquier gobierno que venga después en EE UU a revisarla y tal vez regresar a posiciones más duras.

Sería lo que en fin estaría buscando el fidelismo en sus años terminales para ser enterrado con las banderas de la "intransigencia revolucionaria". No importa que por el camino cientos de miles de cubanos arriesguen sus vidas en las selvas americanas o en el Estrecho de Florida, que se siga reprimiendo, hostigando, golpeando y apresando a hombres y mujeres que decidieron no seguir siendo esclavos y que la economía del pueblo se vaya al piso para que, consecuentemente, la del Estado siga dependiendo cada vez más del capital extranjero.

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