Un general con talento para producir dinero para los herederos de la familia Castro
López-Calleja fue la muestra de que en Cuba no hay un ejército al servicio del país
Miami/El fallecido general castrista Luis Alberto Rodríguez López-Calleja fue, quizás, el sujeto que pudo haber conducido a Cuba en la transición del totalitarismo al post totalitarismo, el objetivo de los que defienden el cambio para que todo siga igual. Su habilidad para producir dinero, era un atractivo para sus iguales, los hijos y nietos de los caudillos del 26 de julio.
Los herederos de los moncadistas, fieles a la familia Castro, hasta ahora no han mostrado haber heredado la sed de sangre de sus ascendientes, pero sí muestran una gran afición a una vida lujosa, a disfrutar de la riqueza de los otros, porque ni ellos ni sus padres han producido bienes, sino destruido el patrimonio cubano.
El difunto era un genuino representante de la nueva clase, pero era un hombre comprometido con el régimen. Su padre, Guillermo Rodríguez, conocido en Santa Clara como Gallo Ronco era médico de profesión y fue uno de los muchos generales de las huestes castristas, a la vez que amigo personal del comandante en piedra.
La columna dorsal del régimen insular han sido los militares y no la Seguridad del Estado como tiende a creerse, tampoco el inefable Partido Comunista
Rodríguez López-Calleja era dueño y señor del Grupo de Administración Empresarial, Gaesa, que según conocedores es la mejor fábrica de hacer dinero de la dictadura y controla entre el 70 al 80 por ciento de la actividad económica de la Isla.
El desfalleciente totalitarismo cubano, a diferencia de sus desaparecidos pares europeos, es de origen militar y como tal se ha mostrado al mundo. La columna dorsal del régimen insular han sido los militares y no la Seguridad del Estado como tiende a creerse, tampoco el inefable Partido Comunista.
Más del 70% de la alta dirigencia isleña es de extracción castrense, un número considerable de miembros del Comité Central del Partido proceden de las Fuerzas Armadas y las actividades económicas fundamentales, en la opinión de numerosos especialistas, están bajo la autoridad de los militares.
El general López-Calleja fue la muestra más genuina de que en Cuba no hay un ejército al servicio del país, sino condotieros uniformados al auxilio de la familia Castro. Prestó servicios en las fuerzas imperiales castristas a la orden de Moscú, trabajó en los cuerpos de contrainteligencia, un núcleo donde entran supuestamente los más fieles, y en 1996, lo designaron al frente de Gaesa. Al morir era miembro del Comité Central del Partido, de su Buró Político y asesor del gobernante Miguel Díaz Canel.
En los primeros años del castrismo, cuando las masas estaban seducidas por el magnetismo del tirano en jefe, las “muy fieles Fuerzas Armadas Revolucionarias” eran premiadas con estrellas. Después, cuando se inició la decadencia, Fidel y Raúl se percataron de que las estrellas no eran suficientes y era preciso simultanear el estímulo moral entre los más leales con bienes materiales, máxime si estaban relacionados con la familia imperial.
El general López-Calleja fue la muestra más genuina de que en Cuba no hay un ejército al servicio del país, sino condotieros uniformados al auxilio de la familia Castro
El empresario, antiguo empleado del Ministerio de Comercio Exterior, devenido a general por sus servicios al castrismo y a la extinta Unión Soviética en Angola, garantizó sus dos estrellas y el futuro, por compartir el lecho con la hija de Raúl, el verdugo de la Loma de San Juan, donde 72 hombres fueron fusilados bajo sus órdenes.
El matrimonio de este general, con independencia del resto de las habilidades que pudiera poseer, le confirió una ventaja que ninguno de sus iguales podría superar, porque la familia Castro, al igual que los clanes mafiosos, forman alianzas que les fortalecen en el poder.
Por lo antes referido es evidente que el general tenía condiciones para convertirse en una personalidad del totalitarismo, así que no se debe descartar que en unos años, si sobrevive el castrismo en algunas de sus formas –tiene condiciones camaleónicas para cambiar de propuestas sin perder la perspectiva–, algunos de sus semejantes de la nueva clase en el poder decida erigirle una estatua por haber sido el mejor de los condotieros del castrismo, tal vez, algo parecido a la estatua de Erasmo de Narni, en Padua.
A final de cuentas el general Luis Alberto Rodríguez López-Calleja fue cómplice de un sinnúmero de tropelías cometidas por el régimen al que sirvió, razón por la cual me acojo a esto que escribió el Apóstol: “Ver con calma un crimen es cometerlo”. No hay dudas de que el general presenció y participó en crímenes contra la nación cubana.
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