La tarea del aguafiestas
La Habana/Durante la conferencia de prensa de este jueves, el ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez, trató de disminuir la importancia del último paquete de flexibilizaciones de Estados Unidos hacia la Isla. Sus declaraciones intentaban atajar cualquier entusiasmo ante el permiso a que Cuba use el dólar en sus transacciones y los nacionales cobren pagos a cambio de su trabajo aunque no sean emigrantes en el vecino país.
Lo más sustancial de su intervención fue el anuncio de la eliminación del gravamen del 10% sobre el dólar. En la recién inaugurada sala de prensa del hotel Habana Libre, no se habían apagado aún los murmullos de alegría, cuando el ministro aclaró: "Mientras haya persecución financiera, habrá gravamen, solo después de verificar que existe esta seguridad, éste se eximirá".
El canciller señaló que, a diferencia de Estados Unidos, Cuba no ha puesto restricciones para que los ciudadanos de ese país visiten Cuba. Sin embargo, omitió las restricciones que la ley migratoria impone a cubanos residentes en el extranjero, a muchos de los cuales se les niega la habilitación en el pasaporte para poder viajar a su país de origen. A otros se les ha impedido siquiera abordar un avión en dirección a su patria.
Un detalle interesante fue que en su relato de lo que hará Obama en Cuba, pasó por alto la manifiesta intención del presidente estadounidense de sostener un encuentro con disidentes y activistas de la sociedad civil independiente. Resultó muy llamativo también que ninguno de los cuatro periodistas autorizados a preguntar hicieran mención al asunto que tanto ha dado de qué hablar.
Los optimistas siguen creyendo que Obama trae ofertas irresistibles y que el Gobierno no tendrá otra opción que adecuar la rigidez del sistema a las nuevas propuestas o seguir jugando a ser el aguafiestas
Ante la pregunta formulada por Andrea Rodríguez, de Associated Press, de que "si eso de eliminar el gravamen" era lo único que Cuba ofrecía como respuesta al nuevo paquete norteamericano tendiente a normalizar las relaciones, el canciller se remitió a las medidas hechas por la Revolución desde 1959, justamente aquellas que ocasionaron la ruptura de las relaciones. "Cuba es un país que cambia constantemente", dijo, y puso como ejemplo los lineamientos acordados en el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba.
En la calle, la gente solo hablaba de la eliminación del gravamen y casi nadie reparó en las condiciones mencionadas para su implantación en las cajas de cambio. Los cubanos lo dan por hecho y piensan que la medida puede traer como consecuencia colateral un aumento en el flujo de remesas, pues desde que se implantó en 2004, algunos familiares residentes en Estados Unidos se sentían estafados con la disminución artificial que sufría el valor del dinero enviado.
La mayor parte de las personas consultadas en la calle por 14ymedio se mostraron indiferentes al reclamo de la Base Naval de Guantánamo y ante la reiteración de que en la mesa de negociaciones no se hablará de cambios internos en Cuba porque estos "son y serán de la soberanía de nuestro pueblo".
Por mucho desánimo que quiso sembrar el canciller, los optimistas siguen creyendo que Obama trae en su equipaje diplomático ofertas irresistibles para el pueblo y que el Gobierno no tendrá otra opción que adecuar la rigidez del sistema a las nuevas propuestas o seguir jugando a ser el aguafiestas.