Carlos Alberto Montaner adelanta a '14ymedio' su discurso sobre las transiciones políticas
Madrid/El escritor, periodista y político Carlos Alberto Montaner participará este martes en el VII Foro Atlántico, organizado por la Fundación Internacional para la Libertad en Madrid y que tratará de La consolidación económica e institucional de Iberoamérica: retos y desafíos. El opositor cubano ofrece en exclusiva a los lectores de 14ymedio el discurso en el que hablará de sus vivencias durante la transición española y de las lecciones para Cuba.
Montaner intervendrá en el panel de presentación del libro Últimas noticias del perfecto idiota latinoamericano (Editorial Planeta) junto a los otros dos autores, el peruano Álvaro Vargas Llosa y el colombiano Plinio Apuleyo Mendoza.
El foro contará, entre otras personalidades, con la participación del premio Nobel de literatura y presidente de la Fundación Internacional para la Libertad, Mario Vargas Llosa; de la directora de 14ymedio, Yoani Sánchez, y de la diputada María Corina Machado, destacada opositora venezolana.
La transición española y Cuba
Me mudé a Madrid en 1970 junto a mi mujer e hijos para hacer un doctorado en la Complutense. Viví la transición española intensamente. Fue una experiencia inolvidable. En 1972 publiqué Perromundo, mi primera novela. (Tuve que luchar con los censores, aunque levemente). Luego cree una editorial de carácter pedagógico y me quedé en España por 40 años.
Veamos.
En noviembre de 1975 Franco muere. ¿Por qué se precipitaron los cambios? Había cinco factores contradictorios presentes:
- La desmoralización de la clase dirigente. El franquismo tenía todo el poder pero existía una profunda sensación de injusticia. Salvo los sicópatas, a casi nadie le gusta formar parte de un sector aborrecido por la mayoría. Esto les ocurría a los franquistas.
- El régimen era producto de una época que ya no existía. Comunismo y fascismo se habían enfrentado (o colaborado) en la Europa de los años treinta. Esa dicotomía se había transformado durante la Guerra Fría en democracia liberal contra el comunismo. El régimen de Franco debía y podía evolucionar hacia el modelo de la entonces llamada Comunidad Económica Europea.
- Franco, sin embargo. temía que regresaran lo que llamaba "los demonios familiares": separatismo, anarquismo, violencia. Creía necesario un régimen que impusiera en España el orden cuartelero.
- El fracaso de la Primera y la Segunda república en medio del caos lo convencían de que era un pueblo que sólo podía funcionar con una mano dura que lo sujetara.
- No creo que Franco preparara al país para una democracia liberal, sino para la continuidad del régimen ajustada a un mundo sin él. No creía en la capacidad de los españoles para vivir en libertad.
Las cosas, no obstante, ocurrieron de otro modo. Casi todo el mundo se movió hacia la moderación y la búsqueda del consenso. El rey Juan Carlos fue la clave. Adolfo Suárez consiguió que casi todo el franquismo derivara hacia un partido liberal-conservador-democristiano. Los socialistas, aguijoneados por Felipe González y Alfonso Guerra, abandonaran el marxismo. Los comunistas, de la mano de Santiago Carrillo, renunciaron al leninismo. Los militares aceptaron la reforma, y la Iglesia bendijo los cambios.
Todos renunciaron al republicanismo y al independentismo. Se creó un Estado de Derecho basado en la existencia de 17 autonomías y un monarca controlado por el Parlamento.
De esa experiencia se deducían tres claras lecciones:
La primera lección es que en España era posible un cambio pacífico, pactado y mediante el consenso. No había nada en los valores ibéricos que lo impidieran.
La segunda lección era que se podía llevar a cabo si la clase dirigente estaba de acuerdo. Los cambios se iniciaban en la cúpula y descendían a la masa.
La tercera, que era posible hacer la transformación rápidamente. En 1978 se aprueba la Constitución y el país al poco tiempo ya era otro.
Cuba en la distancia
Pero todo eso sucedía en España, muy lejos de Cuba, y en un sistema autoritario de derechas, no en una dictadura comunista de izquierda.
Pasó el tiempo. En 1985 llegó Gorbachov al poder en la URSS y comenzaron la Perestroika y la Glasnost. La época de la reforma y de la transparencia. Fidel Castro en Cuba va en dirección contraria. Proclama la rectificación de errores, que era una vuelta a la ortodoxia comunista. Desconfía de la libertad y de la URSS.
En el verano de 1989 se produce el fusilamiento del general Arnaldo Ochoa y del coronel Tony de la Guardia. A partir del otoño de 1989, los berlineses derriban el Muro, los polacos, húngaros, checos, rumanos y búlgaros liquidan pacíficamente el comunismo.
La URSS desaparece y el PCUS con sus 20 millones de miembros es disuelto por decreto sin una sola protesta callejera.
Parecía imposible que la dictadura cubana subsistiera sin el subsidio soviético. Cuba era un país muy improductivo sostenido por la URSS.
Parecía imposible que la dictadura cubana subsistiera sin el subsidio soviético. Cuba era un país muy improductivo sostenido por la URSS
A partir de la experiencia española y la del mundo comunista, nos dimos a la tarea de crear las condiciones para facilitar el tránsito a la democracia y la economía de mercado en Cuba.
Previamente, junto a un grupo de amigos creamos la Unión Liberal Cubana. Estábamos convencidos de que la libertad económica y la política, de la mano, podían devolverles la ilusión a los cubanos.
En el verano de 1990 lanzamos la Plataforma Democrática Cubana. Lo hicimos los liberales junto a los democristianos y los socialdemócratas. Nos faltaba un partido conservador. Creíamos (y creemos) que la democracia se consigue con la colaboración y el consenso, no con la hostilidad.
La idea era fortalecer el proceso de cambio político en Cuba trayendo a la Isla el tejido ideológico europeo moderno y sacando el país del conflicto con Estados Unidos. El verdadero problema de la dictadura era con los demócratas del mundo entero (y en primer lugar con los cubanos), no con Washington.
La abortada transición que fue posible
En esa época hablé mucho con Alfonso Suárez, que era presidente de la Internacional Liberal y facilitó el ingreso de nuestro grupo en su Internacional. Su operador político en ese ámbito era Raúl Morodo, quien se portó con nosotros espléndidamente.
El consejo de Suárez y de Morodo era muy claro: la oposición puede discrepar, pero civilizadamente, sin insultos que impidan la colaboración futura. La tolerancia es aprender a convivir con lo que no nos gusta.
Nuestro propósito era utilizar los mecanismos de la democracia liberal para desmontar el totalitarismo. No queríamos arrollar ni destruir a nadie. De las transiciones de España y del Este habíamos aprendido que el enemigo de la víspera podía convertirse en el colaborador del futuro.
Pero para lograr nuestro propósito era indispensable que Fidel Castro admitiera que lo razonable era enterrar un proyecto imposible de sostener.
Yo pensaba llegar a La Habana, junto a otros dirigentes de la Plataforma Democrática Cubana, en un avión repleto de líderes políticos y económicos internacionales
Uno de mis errores fue subestimar la terquedad de Fidel Castro. Mil veces repetí que ante la realidad del país, Fidel Castro tendría que buscar una suerte de transición. No puede existir nadie tan empecinado, repetí una y otra vez. De alguna manera yo me empeciné en suponer que Fidel Castro era una persona razonable y no un sujeto convencido de que era mejor sostenella antes que enmendalla.
Yo pensaba llegar a La Habana, junto a otros dirigentes de la Plataforma Democrática Cubana, en un avión repleto de líderes políticos y económicos internacionales que les devolvieran a los cubanos la ilusión en el futuro. Hablé con algunos. No faltarían recursos materiales para la reconstrucción del país.
Fidel Castro, en cambio, cavó una trinchera y lanzó una nueva consigna: aseguró que Cuba se hundiría en el mar antes que abandonar el comunismo. Lo repitió varias veces y en uno de sus discursos les advirtió a los dirigentes que morirían junto a él en la defensa del sistema.
A partir de ese punto ideó una fórmula para salvar el comunismo: se aliaría a los empresarios extranjeros para explotar conjuntamente la mano de obra cubana. Comenzaron entonces las reformas de los años noventa.
La Plataforma no pudo avanzar, pero el movimiento disidente dentro de Cuba se fortaleció cada vez más y surgieron movimientos similares en el país, algunos espontáneamente y otros por iniciativa de los cuerpos de Seguridad.
Hoy existen grupos cubanos en la Isla que se aproximan a la socialdemocracia, al liberalismo, a la democracia cristiana.
En 1999 llega Hugo Chávez al poder y el castrismo reverdece dentro del llamado Socialismo del Siglo XXI, ahora con una estrategia electoral diferente.
En el 2006 Fidel Castro se enferma. Su hermano hereda súbitamente el poder. Tampoco quiere o puede cambiar el sistema.
Se propone, dice, perfeccionar el socialismo. No logrará su objetivo, pero sí ha conseguido algo muy importante: ya no hay casi nadie dentro del país que crea en el modelo marxista-leninista.
Eventualmente, probablemente tras la desaparición de Fidel y Raúl, llegará la hora de los cambios. ¿Será un movimiento dentro del Partido? ¿Dentro de las Fuerzas Armadas? ¿Dentro de la Seguridad? ¿Será pacífico o violento? Es difícil saberlo, pero es evidente que casi nadie querrá salvar un sistema fallido creado por una generación que ya no existe.
Cuando eso suceda comenzará de nuevo a hablarse de la transición. Es una lástima que no se haya iniciado hace 25 años, cuando pusimos los mecanismos del cambio sobre la mesa. A estas alturas ya el país habría sido rescatado de la miseria y los cubanos habrían superado casi todas las dificultades inherentes al comunismo.
Habría otras, como existen en todas las sociedades, pero en Cuba, como sucede en Polonia, República Checa, Eslovaquia o cualquiera de las naciones que han abandonado el comunismo, muy pocos serían los que quisieran regresar a ese modelo de miseria y calabozos.
En todo caso, lo aprendido de la transición de España y de la Europa del Este mantendrá su vigencia.