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El régimen cubano se ha beneficiado del acuerdo con la UE

Europa se queda en silencio ante la ola represiva contra la sociedad civil independiente

Federica Mogherini y Bruno Rodríguez en 2016, cuando se cerró el acuerdo que sustituye a la Posición Común. (EEAS)
Miriam Celaya

10 de marzo 2020 - 12:07

La Habana/Han transcurrido tres años desde que en diciembre de 2016, el canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, estrechara exultante la mano de una sonriente Federica Mogherini, alta representante de la Unión Europea (UE) para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad.

El jefe de la diplomacia castrista tenía motivos sobrados para celebrar. después de más de dos décadas de desavenencias y de la existencia desde 1996 de una Posición Común que condicionaba la cooperación con Cuba a una transición democrática, al establecimiento de un Estado de Derecho y a la evolución positiva en materia de derechos humanos, finalmente se había alcanzado la firma de un Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación entre la UE y Cuba destinado a "lograr un acercamiento constructivo y de mutuo beneficio entre las partes".

La firma del nuevo acuerdo fue proclamado por la prensa oficial de la Isla como "otro triunfo de Cuba frente a las políticas unilaterales e injerencistas" de la Posición Común

De hecho, la firma del nuevo acuerdo fue proclamado por la prensa oficial de la Isla como "otro triunfo de Cuba frente a las políticas unilaterales e injerencistas" de la Posición Común, que quedó así automáticamente derogada.

Sin embargo, basta un análisis de los textos que fundamentan ambas políticas de la UE hacia Cuba para encontrar que en realidad, si bien hay ciertos matices diferentes en sus formulaciones, no lo son tanto en los contenidos.

Se hace obvio que gran parte del contenido de la Posición Común sirvió de base a la hora de redactar las disposiciones del Acuerdo de Diálogo, aunque existen dos elementos diferenciadores de relevancia destinados a satisfacer las exigencias de la parte cubana: el acuerdo de 2016 no incluye el apartado primero donde se indicaba como objetivo de la UE en sus relaciones con Cuba "favorecer un proceso de transición hacia la democracia pluralista y el respeto de los derechos humanos y libertades fundamentales así como una recuperación y mejora sostenibles del nivel de vida del pueblo cubano"; y como segunda y mayor diferencia, el nuevo acuerdo supera el carácter unilateral del anterior.

Otra similitud que comparten los dos textos es la complejidad de la situación cubana en el momento en que se implementaron, tanto al interior de la Isla -con una economía sumida en una crisis irremontable, un malestar social creciente y un recrudecimiento de la represión- como en su difícil relación con la mayoría de los países de la región, actualmente en medio de un nuevo mapa político que resulta adverso a la cúpula castrista, y en especial con EE UU.

Ahora bien, entre las razones que esgrimió la parte europea para derogar la Posición Común y sustituirla por otro acuerdo se menciona la inefectividad de la primera, toda vez que lejos de promover cambios hacia la democracia y en favor de los derechos humanos dentro de Cuba producía un distanciamiento que impedía a la UE "influir" favorablemente en este sentido.

Otra de las razones expuestas fue que pese al congelamiento en materia de política, durante todo el tiempo en que se mantuvo la Posición Común existieron vínculos económicos y comerciales por parte de empresarios europeos

Otra de las razones expuestas fue que, pese al congelamiento en materia de política, durante todo el tiempo en que se mantuvo la Posición Común existieron vínculos económicos y comerciales por parte de empresarios europeos, fundamentalmente españoles, con el régimen de La Habana.

Por último, y no menos importante, la UE deseaba "tomar distancia" de las políticas de sanciones económicas y aislamiento diplomático aplicadas por Washington contra la Isla. Con esto, se introducía un elemento externo en la accidentada deriva de las relaciones de la UE con la más longeva dictadura de este Hemisferio: he aquí que el poderoso vecino norteño emergía como oportuno comodín de una baza ajena.

Visto así, no queda muy claro si de lo que trata el Acuerdo de Diálogo es de acercarse a Cuba "y a su pueblo" o de confrontar la política exterior estadounidense hacia el régimen castrista, y de paso asegurar los intereses económicos y comerciales de sus imprudentes empresarios en la Isla, y tratar de salvar en alguna medida el pago de la enorme deuda de La Habana con sus acreedores europeos.

Porque si en verdad de buenismo se tratara, no se explica que en tres años del nuevo romance entre Europa y Cuba -donde al parecer ha habido algunos desacuerdos pero han primado las reconciliaciones y una inexplicable tolerancia- la UE siga asumiendo una posición tan tibia ante las flagrantes violaciones de los derechos humanos en la Isla, en medio de una ola represiva que ya alcanza a toda la sociedad, incluyendo artistas y periodistas independientes, opositores, trabajadores por cuenta propia, activistas LGTBI, defensores de los derechos animales, cubanos residentes en el exterior y cualquier ciudadano que tenga el coraje de cuestionar hasta la menor disposición del poder totalitario que nos asfixia.

En contraste con la realidad que se vive en Cuba, todo el contenido del apartado que bajo el rubro de democracia y derechos humanos ennoblece la letra del acuerdo, en los hechos constituye una broma macabra.

Porque en estos tres años de carantoñas y sonrisas entre castrismo y UE -que no "entre la UE y Cuba"- hemos visto desatarse sin frenos una escalada represiva extendida a toda la sociedad

Porque en estos tres años de carantoñas y sonrisas entre castrismo y UE -que no "entre la UE y Cuba"- hemos visto desatarse sin frenos una escalada represiva extendida a toda la sociedad en medio de una marea incesante de detenciones, citaciones policiales, regulaciones que impiden ya a más de 200 cubanos salir del país libremente, farsas judiciales que han llevado injustamente a la cárcel al periodista independiente Roberto de Jesús Quiñones, al líder opositor José Daniel Ferrer y más recientemente al artista Luis Manuel Otero Alcántara, entre otros muchos atropellos, y donde se ha definido claramente la falta de voluntad política del Palacio de la Revolución para cumplir siquiera al mínimo los acuerdos suscritos en Bruselas en diciembre de 2016 y que, según la UE, constituyen condiciones imprescindibles del mismo.

En todo este tiempo, la parte cubana ha burlado el acuerdo desde el propio preámbulo, que establece textualmente el compromiso de ambas partes a "su respeto a los derechos humanos universales establecidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y otros instrumentos internacionales pertinentes sobre derechos humanos; su compromiso con los principios reconocidos de la democracia, de la buena gobernanza y del Estado de Derecho; la necesidad de una mayor cooperación en el ámbito de la promoción de la justicia, de la seguridad ciudadana y de la migración"..., entre otros principios básicos por lo que debe regirse toda sociedad civilizada o medianamente democrática y que, al parecer, los cubanos no hemos merecido en los últimos 61 años.

Si en verdad la UE pretende que no sea letra muerta el compromiso en materia de derechos humanos, ¿cómo y cuándo se pronunciará con relación a la actual ola represiva que atenaza a la sociedad civil independiente cubana?

Si en verdad la UE pretende que no sea letra muerta el compromiso en materia de derechos humanos, ¿cómo y cuándo se pronunciará con relación a la actual ola represiva que atenaza a la sociedad civil independiente cubana? ¿Y hasta qué punto está dispuesta a ignorar la impunidad rampante de su aliado?

En sus tres años de vigencia el Acuerdo de Diálogo no ha demostrado ventaja alguna con relación a la anterior política de la UE. Al menos no para el común de los cubanos y menos aún para la disidencia interna, esa parte de la sociedad civil ahora convenientemente ignorada.

Otro resultado ha sido ese acuerdo para la dictadura, que sigue ganando tiempo y se aferra cada vez más al poder, asegurando su continuidad mientras aplasta con mano de hierro todo espacio de librepensamiento que se abre en la Isla y postergando nuevamente los sueños de prosperidad y las aspiraciones democráticas de los cubanos.

Y seguramente algún beneficio estará obteniendo la UE, aunque éste solo fuera el triste consuelo de cobrarse algún día los pagos de los adeudos que, gracias a la generosidad de sus bancos y de sus empresarios, los mantiene atados a la camarilla caciquil de la Isla, demasiado ocupados en no despertar sus suspicacias. Me temo que también en este punto, como en lo que respecta a su flamante Acuerdo de Diálogo, a la UE le espera otro fracaso.

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