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Dos veces cincuenta y seis

La República y la Revolución han tenido, cada una, más de medio siglo para cambiar el país

Fernando Dámaso

07 de enero 2015 - 14:30

La Habana/La República duró desde el 20 de mayo de 1902 hasta el 31 de diciembre de 1958: en total 56 años, 7 meses y 11 días. Generalmente, con el objetivo de simplificar, se dice que existió durante 56 años. El 1 de enero de 2015, la Revolución que la liquidó también cumplió 56 años. Resulta una buena ocasión para valorar los aportes de una y otra a la nación cubana, en una misma cantidad de años.

A la primera le tocó levantarse sobre las ruinas de las guerras por la independencia del siglo XIX que devastaron la economía existente y sumieron a los cubanos en la miseria. Además, se desarrolló durante dos guerras y dos crisis económicas mundiales y tuvo que enfrentar una intervención e injerencia extranjeras, dos dictaduras nacionales y hasta una guerra civil en sus últimos dos años, en una primera mitad de siglo, donde los nuevos descubrimientos de todo tipo comenzaron a introducirse en la vida cotidiana de forma acelerada.

En este complejo escenario, logró edificar pueblos y ciudades, tender vías férreas, carreteras y caminos, hacer producir la tierra, construir industrias, puertos, aeropuertos, escuelas, hospitales, centros culturales y de recreación, abrir emisoras de radio y canales de televisión, editar periódicos y revistas, elaborar una Constitución que fue modelo para la región y el mundo, y enriquecer al país, colocándolo en muchos primeros lugares en indicadores económicos y sociales. No todo fue color de rosa: existieron aspectos negativos, principalmente de tipo político.

Pese al complejo escenario en el que surgió, la República logró edificar pueblos y ciudades, elaborar una Constitución que fue modelo para la región y enriquecer al país

Tampoco se resolvieron algunos problemas con la rapidez y de la forma en que muchos ciudadanos hubieran deseado. Aunque los servicios de educación y de salud eran superiores a los de la mayoría de los países de Iberoamérica, aún no cubrían algunos rincones ni sectores sociales del país, y existía pobreza en parte de nuestra población, sobre todo en las zonas rurales. Debe señalarse que, independientemente de estos aspectos negativos, durante la mayoría de sus años de existencia, se respetaron las libertades de opinión y de reunión y los derechos de los ciudadanos, y se vivió en un clima democrático, de tolerancia, respeto y de disciplina social.

Durante este periodo, la Isla vivió una temporada de bonanza: las zafras azucareras alcanzaron unas cinco millones de toneladas como promedio y la relación ganado vacuno por habitante era una de las más altas de la región. Cuba llegó a ser el tercer país de Iberoamérica por ingreso per cápita y a situarse entre las treinta primeras economías del mundo. La Isla ostentaba uno de los índices más bajos de mortalidad infantil de la zona, así como de analfabetismo (23,6%), con 3,8 universitarios por cada mil habitantes. Con un médico por cada 957 habitantes, Cuba llevaba el liderazgo en la región. En cuanto a las viviendas, el 43,1% se encontraba en buen estado (frente al 41,6% en estado regular y al 15% en mal estado), con un elevado porcentaje (82,9%) de hogares con servicios eléctricos y con baño propio (79,9%). Los indicadores económicos y financieros también eran muy positivos. El desempleo apenas alcanzaba el 12,5%, la industria local producía más de 10.000 artículos diferentes que se comercializaban en 65.000 comercios privados y la deuda externa era de 788 millones de dólares. Los cubanos controlaban entre el 82% y el 85% de la riqueza nacional y el 61,1% de los depósitos se guardaba en bancos de la Isla.

Vendrían luego los 56 años de la Revolución, que recibió un país próspero y moderno, con una economía estable y en expansión y con un proceso de diversificación mediante la incorporación de nuevas líneas de producción y exportación. Todo esto presagiaba un futuro cercano de bienestar donde, resueltos los problemas existentes, los ciudadanos podrían vivir y progresar en paz.

Sin embargo, la realidad fue otra: se procedió inmediatamente al desmontaje de toda la infraestructura política, económica y social construida por el trabajo y el talento de varias generaciones de cubanos. Se introdujeron ideas ajenas y experimentos propios sin ningún tipo de comprobación científica que frenaron el desarrollo, destruyeron la riqueza acumulada y propiciaron la aparición del proceso involutivo nacional, que ha afectado la vida política, económica y social.

Con el correr de los años desaparecieron la agroindustria azucarera, la ganadera, la cafetalera, toda la producción agrícola, la industria pesquera y la industria ligera. Por falta de mantenimientos, reparaciones e inversiones se destruyeron las vías férreas, carreteras y caminos y todos los sistemas de transporte, y nuestros pueblos y ciudades se fueron convirtiendo en ruinas, siendo el caso más triste y llamativo el de la ciudad de La Habana. No escaparon de esta tragedia ni las instituciones docentes ni los centros de salud, muchos de ellos en estado deplorable y con servicios de baja calidad.

Los principales logros de la Revolución son la inmensa cantidad de personal de la salud y las bajas cifras de mortalidad infantil, cuestionadas por muchos especialistas

En la vorágine de los excesos, se perdieron la disciplina social y los valores morales y humanos que siempre habían caracterizado a los cubanos. Con una economía improductiva, los principales logros que se muestran hoy están constituidos por la inmensa cantidad de personal de la salud -preparado en serie, prestando servicios fuera de Cuba, en una variante de trabajo esclavo donde el Estado se apropia de la mayor parte de lo que pagan los países y todo ello en detrimento de la calidad de los servicios nacionales- y por la baja mortalidad infantil (4,2 por 1.000), que la prensa oficialista presenta siempre en enero con cifras cuestionadas por muchos especialistas, debido a la forma en que se obtiene y se dan por válida.

Se han perdido muchos años y recursos en aventuras políticas y militares. El enfrentamiento con Estados Unidos, la entrada en la Guerra Fría como aliado de la URSS, el apoyo a las guerrillas en América Latina y a los conflictos en África son ejemplos de ello. Los experimentos económicos y sociales fracasados han retrotraído al país al año 1902, cuando todo aún estaba por hacer.

Las zafras no superan los dos millones de toneladas de azúcar, el ganado vacuno está casi desaparecido Cuba tiene que importar la mayoría de los alimentos y de los artículos de consumo. Además, se han perdido industrias como la pesquera y la marina mercante. La vida diaria de los ciudadanos está afectada por estos indicadores macroeconómicos: el salario medio se sitúa en 20 dólares mensuales, cerca del 80% del fondo habitacional está en mal estado y los sistemas de transporte colapsados.

Como propone un conocido programa de la televisión: saque usted sus propias conclusiones.

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