Seis propuestas para el consenso democrático
La Habana/Los cubanos partidarios de la democratización, dentro y fuera de la Isla, están haciendo un esfuerzo para buscar consensos que ayuden a presentar un amplio frente común por la democracia que incluya a todos. En este sentido, hay seis vías y necesidades que pretendo abordar brevemente sin otro ánimo que contribuir al debate sobre el tema.
La independencia
El pensamiento diferente y opositor en Cuba, si quiere realmente avanzar para lograr un consenso entre los partidarios de la democratización, debe despojarse de todo neoplattismo y asumir la lucha independientemente de las políticas norteamericanas.
Antes del 17 de diciembre, muchos apoyaban la política de embargo y presiones de EE UU con la esperanza de forzar un cambio en Cuba. Ahora, esos mismos se oponen a la política de acercamiento del Gobierno estadounidense.
En varias ocasiones hemos leído o escuchado esta letanía: Obama le ha dado todo a los Castro y estos no han cambiado nada.
¿Quiénes tienen que exigir que se respeten los derechos humanos del pueblo cubano, y luchar por la democratización en Cuba? ¿El Gobierno norteamericano o los cubanos? Simple: nos toca, no podemos delegar esa tarea.
Por suerte, una buena parte de los cubanos no quiere comprometer el futuro de la nación y rechaza esa mentalidad de subordinación de la lucha por la democratización a las políticas de EE UU.
Quienes quieren medir todo por la visión de cada cual hacia la actual política de Washington trasladan a tierra cubana la lucha entre republicanos y demócratas por el control político de EE UU
Quienes, desde la oposición, quieren medir todo por la visión de cada cual hacia la actual política de Washington hacen el juego al divisionismo y a los que, en el poder, nada pretenden cambiar en Cuba. De este modo, en la práctica, trasladan a tierra cubana la lucha entre republicanos y demócratas por el control político de EE UU, algo con lo que nada tenemos que ver los cubanos.
La política de EE UU es su política. Podemos estar en contra o a favor, pero eso no debe dividir al movimiento democrático cubano.
Rechazo a las divisiones
Es necesario echar a un lado todo lo que nos divide, lo que no quiere decir que no se mantengan los desacuerdos, ni impida que cada cual haga lo que estime dentro de los marcos democráticos. Un grupo no puede exigir el apoyo de otros a determinadas acciones o imponer posturas y líderes.
No está de más recordar el daño que el divisionismo ha ocasionado históricamente a los cubanos.
No pudimos derrotar a España en las guerras de independencia por las divisiones en el campo mambí. Pasó lo mismo con la URSS, que se aprovechó de nuestras discordias para instalar sus cohetes en Cuba y convertirnos en una base militar enfilada contra nuestros vecinos. EEUU intervino reiteradamente en Cuba porque lo hizo posible la división entre cubanos.
Históricamente, esas intervenciones foráneas en nuestros asuntos siempre estuvieron relacionadas con que una parte de los cubanos buscaba apoyo en una potencia extraña. ¡Aprendamos de una vez a vivir en paz entre nosotros o seguiremos siendo víctimas fáciles de extraños por la desunión!
Una vez alcanzada la democracia, no la que queramos cada uno de nosotros, sino la que el pueblo determine libre y soberanamente, cada organización o individuo desplegará su programa
Esos errores no pueden repetirse y el movimiento democrático cubano que incluye posiciones de izquierda, centro y derecha, deberá ser capaz de superar sus diferencias y poner en primer plano la lucha por la democratización.
Unidad en la diversidad
El tercer aspecto a tener en cuenta es precisamente el tipo de unidad. No es posible pretender una unanimidad que siempre será falsa. Debemos buscar los puntos comunes que nos unen, desechar los que no compartimos y estructurar la coordinación sobre unos puntos básicos para actuar en conjunto.
Una vez alcanzada la democracia, no la que queramos cada uno de nosotros, sino la que el pueblo determine libre y soberanamente, cada organización o individuo desplegará su programa.
No deberíamos vernos como una organización, sino como conjunto de organizaciones y personas, sin que nadie se sienta más o menos importante por el número de simpatizantes o miembros, como tampoco deberíamos identificar uno o unos pocos líderes que representen a ese conjunto, de manera que se garantice la unidad en la diversidad, la independencia política e ideológica y comencemos a actuar democráticamente, como aspiramos a que funcione la sociedad.
La unidad en la diversidad implica además el pleno respeto a las diferencias.
Un nuevo lenguaje
Es de suma importancia la adopción de un nuevo lenguaje que excluya las descalificaciones y los términos agresivos usados tradicionalmente por el Gobierno y parte de la oposición para referirse a los adversarios.
Se precisa de un lenguaje de carácter proactivo, que subordine la crítica a las propuestas y sugerencias para salir del estado en que nos encontramos. Que abandone el anti y las palabras negativas y las sustituya con palabras positivas y a favor de.
La Revolución del 59 buscaba restaurar la democracia por medio de la fuerza y los que llegaron al poder por esa vía todavía se sostienen por el uso de la fuerza
Un lenguaje que no tenga que ver con el usado durante la Guerra Fría y esté a tono con los nuevos tiempos, sea aceptable y entendible por las mayorías y, especialmente, que incluya sus necesidades más perentorias: la vivienda, la alimentación, el vestido, el transporte y el acceso a las nuevas tecnologías de la información.
Medios y Métodos
Si se busca una sociedad democrática de verdad donde quepamos todos, los medios para alcanzarla solo pueden ser democráticos.
La Historia ha demostrado que la violencia engendra violencia, tanto física como verbal o gestual. La Revolución del 59 buscaba restaurar la democracia por medio de la fuerza y los que llegaron al poder por esa vía todavía se sostienen por el uso de la fuerza. Los ¨revolucionarios¨ tildaban de reformistas traidores a los partidarios de la salida democrática y pacífica, y llevan más de medio siglo discriminando y reprimiendo el pensamiento diferente. La verdad: más ¨revolucionarios¨ así ¿para qué?
La violencia debe ser desterrada por los que aspiran a una sociedad plenamente democrática. Los métodos deben caracterizarse por el diálogo y la negociación, afines a los objetivos humanistas, pacíficos y democráticos.
Soberanía popular
Existen diferentes visiones sobre la nueva democracia que desearíamos los cubanos. Los del Gobierno trabajan en una nueva ley electoral y en una nueva Constitución que se hace clandestinamente, a espaldas del pueblo. ¿Cómo confiar en que de ahí salga algo verdaderamente democrático? No queda más remedio que suponer que se cocina alguna forma de continuismo donde el centralismo estará por encima de la democracia, como hasta ahora, en nombre de un socialismo que nunca ha existido.
Una democracia donde el comandante sea el pueblo y los elegidos sus servidores
Otros desearán un tipo de democracia ¨representativa¨, para algunos la más perfecta, pero donde los poderosos dueños del dinero siempre han tenido más opciones de acceso al poder político. Habría que garantizar que eso no ocurra.
No pocos pensamos, sin pretender imponer nada, que quizás sería mejor una democracia con todos sus componentes clásicos, que combine la representatividad, con iguales posibilidades para todas las opciones políticas y especialmente con la participación directa de todos los ciudadanos en las decisiones que a todos afectan, con referendos y presupuestos participativos transparentes a todos los niveles, donde no manden los partidos, sino los ciudadanos y que los cargos electos, con tiempos fijos, revocables y renovables, no decidan nada, solo ejecuten.
Una democracia donde el comandante sea el pueblo y los elegidos sus servidores.
Cada cual tiene derecho a desear un futuro para Cuba, pero lo que se alcance debe ser el resultado del debate público, en libertad, con plena horizontalidad, en busca de la ecuación que aceptemos todos y sea decidida soberanamente por el pueblo, diáspora incluida, en referendo.