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El X Congreso de la Uneac, un aborto cultural espontáneo

Pareciera que les importa un boniato cómo se han destruido el país y su cultura, conducidos por el Gobierno más mediocre, inepto e inculto de nuestra historia

Díaz-Canel en el X congreso de la Uneac. / Prensa Latina
Yunior García Aguilera

04 de noviembre 2024 - 11:48

Madrid/Una simple moneda demuestra que el X Congreso de la Uneac ha sido un total desperdicio de tiempo, recursos y saliva. Una mujer negra, cubana y artista, ha estampado su imagen y su amplia sonrisa caribeña en el símbolo más poderoso de Norteamérica: el dólar. Pero, además, ese sabrosísimo y melancólico grito de ¡azúcar!, con sus dos signos de exclamación y su tilde incluida, es una bofetada sin manos para los pseudointelectuales que se pasan el día y la noche divagando sobre la colonización cultural.

Los ideólogos del Partido Comunista siempre han sentido terror de estas reuniones. Así que, durante meses, estuvieron planeando cómo hacerles perder el tiempo durante la cita. ¡Y lo lograron con creces! Los delegados, ebrios con la vanidad de creerse la vanguardia de no sé qué, han mordido el anzuelo y se han pasado horas siguiendo al pie de la letra la ridícula agenda de la burocracia canelista. Los altos oficiales de la Seguridad del Estado encargados de vigilar al gremio, destaparon anoche sus botellas de whisky e hicieron bromas sobre algunas intervenciones. Seguramente se dijeron: “Misión cumplida, nos quedó muy bonita la actividad, todas las ovejitas culturosas se han mantenido dentro del guion, los palos han funcionado”.

Seguramente se dijeron: “Misión cumplida, nos quedó muy bonita la actividad, todas las ovejitas culturosas se han mantenido dentro del guion, los palos han funcionado”

He visto los rostros de los que acudieron al encuentro. Algunos fingían prestar atención y posaban con gestos ensayados, como el siempre efectivo “medio perfil” con el puño en la barbilla. Otros dormían descaradamente después de algún suculento almuerzo, arrullados por peroratas que han escuchado centenares de veces. A muchos de ellos los conozco personalmente. Son colegas que, en encuentros privados, vomitan todo su descontento y su incredulidad. Sin embargo, enfrente de las cámaras y los enguayaberados, no pueden evitar sucumbir en el mal arte de la simulación, el patrioterismo vacío o el oportunismo.

Pareciera que no ha pasado nada en la Cuba de los últimos cinco años, entre un congreso y otro. Pareciera que les importa un boniato cómo se han destruido el país y su cultura, conducidos por el Gobierno más mediocre, inepto e inculto de nuestra historia. Pareciera que ese rompecabezas del que han desaparecido millones de fichas en el último quinquenio, es para ellos el dibujo completo de la Patria. ¿Cómo se atreven a confundir la Patria solo con el residuo? ¿Cómo tienen la cara de aplaudir al dictador designado, cuando escupe las palabras felicidad, bienestar o dignidad personal?

Una mujer negra, cubana y artista, ha estampado su imagen y su amplia sonrisa caribeña en el símbolo más poderoso de Norteamérica.

La hipocresía y la incoherencia, para variar, han sido otras de las marcas distintivas de la cita. Si Lis Cuesta, unas semanas atrás, dedicaba un demagógico post en la red X sobre El Tiger, ahora su esposo se desmarca e intenta complacer a la rancia élite de la Uneac. En su discurso ha dicho que “promover auténticos paradigmas en términos éticos y culturales no es solo una necesidad, sino una urgencia”. Abel Prieto no comprende aún por qué los cubanos lloraron más la muerte de un reguetonero que la de su compañero de tragos Pedro de la Hoz, así que ha corrido hasta el periódico Granma para orientarles que coloquen esa frase específica como titular. También han decidido ponerle a la Escuela Nacional de Teatro el nombre de Corina Mestre. La escuela bien pudo llamarse Vicente Revuelta, pero la orden, en cuanto a este asunto de los paradigmas, ha sido muy clara. Para nada demerito el talento de la maestra Corina Mestre, ella se destacó ampliamente en sus dos pasiones profesionales, como policía y como actriz. No estaría mal ponerle también su nombre a alguna destacada unidad de la PNR.

Ahora se pasarán varios días rumiando que los artistas y los intelectuales siguen comprometidos con la Revolución

Para resumir, este congreso podría definirse con una sola palabra: intrascendente. Pero no le haríamos total justicia. Si bien ha significado una pérdida de tiempo para la cultura y sus hacedores, es honesto reconocer que ha sido también una victoria temporal para la burocracia y los uniformados. Ahora se pasarán varios días rumiando que los artistas y los intelectuales siguen comprometidos con la Revolución, que apoyan firmemente la gestión de la actual dirigencia, que están abocados a salvar la cultura haciendo más actividades clownescas en lugares sin luz ni agua potable, más recitales de poemas fidelistas y más numerillos folclóricos en los hoteles. También dirán, por supuesto, que la mayor preocupación de la vanguardia artística, en estos tiempos que corren, es combatir la terrible amenaza de la colonización cultural, aunque se enreden en un vulgar anatopismo filosófico.

La cultura ha sido y será un fenómeno de intercambios. Y la cultura cubana es una excelente muestra de ello, invadiendo e imponiéndose, por ejemplo, en el sur de la Florida. ¿Quién ha colonizado a quién, si hablamos de cultura? Me encanta que, cuando converso con personas de distintos países en mi trabajo y reconocen mi acento, ya no me dicen: “oh, Cuba, Fidel Castro…”, eso es cosa de un pasado difunto. Ahora todos me exclaman: “Cuba, Celia Cruz, ¡azúcar!” Eso es cultura, colegas, lo demás es propaganda, manipulación y panfleto.

Si el noveno Congreso de la UNEAC murió pocas horas después de su clausura, en 2019, este décimo encuentro ha sido, sin lugar a dudas, un aborto espontáneo. 

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