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Yasel Porto, un pésimo ejemplo para el periodismo oficialista

La expulsión del comunicador se debe, simplemente, a que ya estaba clasificado como un blanco a abatir

Porto ya tuvo que defenderse de las acusaciones de Víctor Mesa, al que dijo que expresaba sus opiniones "mientras sea posible, ahí, en los lugares donde las verán los decisores".
Ernesto Santana

11 de diciembre 2019 - 16:22

Chicago/La "reaparición" de Yasel Porto en la televisión, en lo que resultó ser finalmente solo un programa retransmitido, se revela como una burda y típica jugarreta desinformativa, pero es también una muestra de la naturaleza de la expulsión del popular comunicador, que no se debe únicamente a la colisión de un periodista con un alto ejecutivo del deporte.

Yasel Porto fue apartado después de pedir la sustitución de Higinio Vélez, lo que hizo sospechar que esa era la causa por la que era castigado. Pero no ha sido esencialmente por ello, ni tampoco por haber expresado solo una opinión individual. Quizás ni siquiera porque pisó la línea roja. Simplemente, ya estaba clasificado como blanco a abatir. Su eliminación estaba decidida desde antes, pero entonces llegó el momento adecuado.

Entre los aspectos notables de esta escandalosa injusticia se halla, ante todo, el hecho de que la sugerencia de que Vélez debía ser sustituido de la presidencia de la Federación Cubana de Béisbol (FCB) la hizo Porto, de pasada, para subrayar enseguida que lo determinante no era sustituir a un directivo por otro, sino hacer "cambios radicales" en la pelota cubana "porque, si no, el que venga se verá en la misma situación".

Entre los aspectos notables de esta escandalosa injusticia se halla, ante todo, el hecho de que la sugerencia de que Vélez debía ser sustituido de la presidencia de la Federación Cubana de Béisbol la hizo Porto de pasada

Es de sobra conocido que, aunque resulte variable la profundidad de los cambios que piden afición y especialistas, la inmensa mayoría coincide en que el papel de Higinio Vélez ha sido nefasto en los resultados obtenidos por el deporte nacional en los últimos años. De modo que tenemos un mensaje dirigido a esa mayoría: la única opinión que importa es la de quienes controlan tanto la FCB como la televisión cubana.

Llama la atención que, en la posproducción de Bola viva, se conservara la propuesta de Porto aunque no coincidiera con la opinión de la redacción deportiva que confecciona el programa. Y es abismal la diferencia que hay entre un Rodolfo García y el periodista sancionado —gracias a una decisión que va mucho más allá de lo administrativo.

Hace solo unas semanas podíamos ver en internet una breve entrevista de Porto a Camilo Rodríguez, el recogedor de pelotas expulsado de un juego en el Latinoamericano, lo que parece un récord internacional. La expulsión de los incómodos es una norma a todos los niveles del país, aunque aquí se trata de un caso sumamente molesto para la alta jerarquía.

Durante varios años, Porto se ha dedicado a abogar por un equipo unificado con lo mejor del béisbol cubano de fuera y dentro del país, por exigir honestidad y transparencia a los funcionarios deportivos y por transmitir los juegos de las Grandes Ligas en la televisión.

Ha promovido, además, el encuentro de peloteros de Industriales de ambas orillas, ha realizado entrevistas a nuestras estrellas en la Gran Carpa —solo publicadas en las redes sociales— y, para más inri, se ha relacionado con importantes figuras de Grandes Ligas y ha producido importantes audiovisuales con independencia económica de las autoridades del país.

Todo, naturalmente, a favor de la gloria del deporte nacional, como lo demuestra el seguidísimo y premiado programa Béisbol de siempre, donde se ha dedicado a rescatar hechos y figuras olvidados de nuestra pelota con el apoyo de conocedores tan destacados y entrañables como Ismael Sené.

Hace poco más de un año, ante las acusaciones que hizo desde Miami Víctor Mesa, Porto publicó una réplica en su perfil de Facebook donde expuso detalladamente los principios de su trabajo y declaró que estaba "viviendo para el béisbol y no del béisbol". Además, dijo que expresaba sus opiniones "mientras sea posible, ahí, en los lugares donde las verán los decisores".

"Para algunos soy un comunista, para otros un gusano, pero por suerte, para la mayoría, un cubano que intenta contribuir con el béisbol de su país", continuaba, asegurando defender su verdad por encima de relaciones personales y diferencias ideológicas. De hecho, describía a sus amigos como "muy diversos por su posición política".

Como vemos, no faltan motivos para que se convirtiera en blanco de los poderosos. Y no solo porque sea lo opuesto a un Vélez que vive a costa de los peloteros y vela más por los intereses del Gobierno que por los del béisbol, o lo contrario a un periodista deportivo como el propio Rodolfo García, tan reverente con la jerarquía política.

Algunos creen que se mata al mensajero por error, desesperación o injusticia, y no entienden que, precisamente, no se quiere ningún mensaje y que esa es la premisa: el mensajero siempre debe morir

Yasel Porto se convirtió, para esa jerarquía, en un pésimo ejemplo para todo el periodismo oficialista. Sus colegas han comprendido perfectamente el escarmiento. Solo uno de sus compañeros de la redacción deportiva de la televisión, Renier González, lo ha apoyado a través de sus redes sociales. "Cuba necesita de personas como Yasel Porto, que no se interesan por cargos ni por bienestar, personas que hagan las cosas por el bien de la sociedad", ha escrito. El resto es silencio.

Aunque ninguna de las sesiones de la consulta popular sobre béisbol en todo el país ha sido divulgada, se ha filtrado que hay un amplio rechazo a la permanencia de Higinio Vélez al frente de la FCB, pero ni siquiera si este repudio fuera atendido significaría que se ha tomado en cuenta seriamente la opinión popular.

Difícilmente sería reinvindicado Porto si Vélez resultara sustituido, porque precisamente uno de los pecados del periodista ha sido convertirse en vocero de una mayoría. Eso, en la lógica del control social en Cuba, requiere un severo castigo para que los otros escarmienten y el periodismo no se convierta en lo que debe ser, una entidad vigilante y crítica con el poder.

Algunos creen que se mata al mensajero por error, desesperación o injusticia, y no entienden que, precisamente, no se quiere ningún mensaje y que esa es la premisa: el mensajero siempre debe morir.

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