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Arte en la Rampa y el ingenio de los artesanos

Arte en la Rampa. (14ymedio)
Rosa López

28 de julio 2014 - 11:30

La Habana/Hace veinte años me quise comprar unas sandalias y aquello resultó un viaje por el inframundo habanero. Una amiga que conocía a otra, que a su vez conocía a una artesana, me llevó de casa en casa en busca de aquel calzado. Al final terminamos en un cuarto de solar en la Habana Vieja, donde una mujer muy asustada levantó el colchón de su cama y sacó unos zapatos hechos con tiras de cuero y una suela de neumático de carro. De ahí hasta acá ha llovido bastante y aquella productora vende ahora sus últimos diseños durante la feria Arte en la Rampa.

El pasado fin de semana visité la expo-venta que funciona desde principios de este verano en el habanero Pabellón Cuba. A pesar de lo pequeño que se va quedando el lugar para el volumen de público asistente, mi impresión general fue grata. Finalmente, los organizadores han comprendido la importancia de ampliar las áreas de servicios para un público que en pasadas ediciones lo tenía difícil si quería tomarse un refresco, sentarse a la sombra o ir al baño. En esta ocasión, el espacio para cafetería y descanso es mayor, aunque en detrimento del área destinada a vendedores.

No fueron, sin embargo, esos detalles logísticos los que me devolvieron cierto optimismo, sino la calidad de los productos y la originalidad de los diseños. Ha quedado atrás la época en que los artesanos cubanos se especializaban en pulseras hechas con cables telefónicos o en aretes a partir de envases plásticos derretidos. Ahora hay una variedad de ofertas que van desde platos decorativos hasta joyería de plata, pasando por excelentes zapatos y carteras que bien podrían estar en la vidriera de cualquier boutique de lujo.

Indagué a qué se debía la evolución cualitativa... y cuantitativa. Flora, diseñadora y costurera, me explicó que ahora el acceso a la materia prima es más amplio. "El Fondo Cubano de Bienes Culturales nos vende una parte pero la otra la compramos en pesos convertibles en las tiendas o a gente que las importa". Su stand muestra camisas y blusas de algodón, algunas con bordados discretos y otras teñidas de diversos colores. "Hubo una época que hasta conseguir hilo era imposible", en los difíciles años noventa que tanto afectaron a estos creadores de la aguja y el centímetro.

Las piezas más ingeniosas no son precisamente las de ropa. Arte en la Rampa se ha caracterizado en esta edición por el buen acabado de los elementos decorativos para el hogar. Destaca la cerámica funcional, pensada no sólo como ornamento sino también con un sentido utilitario, ya sea para la cocina o para la organización de los espacios y las zonas más privadas de cada vivienda. En algunas de estas ofertas se notaba la influencia de conocidos diseños internacionales, pero que lance la primera piedra quien alguna vez no se ha inspirado en algo bien hecho.

Si las trabas burocráticas y políticas al emprendimiento terminaran de una vez, nos íbamos a sorprender de las maravillas que podemos crear y producir

En los jarrones y lámparas se percibía una lectura concienzuda de ciertos catálogos de Ikea, pero eso en lugar de molestarme me agradó. Que los artesanos del patio vayan explorando otras áreas creativas más allá del falso folclorismo de los souvenirs para turistas, es un verdadero alivio. Ya estaba cansada yo de ceniceros que decían el nombre de Cuba hasta en el lugar de apagar el cigarro, o de horribles monos hechos de coco para colgar en la pared del comedor. En todo el rato que estuve en Arte en la Rampa no vi una sola recreación de unas tumbadoras, tampoco de mulatas en cerámica y curvas monumentales con un tabaco en la boca, ni siquiera la típica boina negra de estrella roja que se ha convertido en un fetiche de pésimo gusto por estos lares.

A diferencia de todo ese arte kitsch pensado para satisfacer gustos foráneos –o las que creen sus productores que son las preferencias de los turistas– Arte en la Rampa se ocupa más del consumidor cubano. Del ama de casa que no tiene un buen juego de cucharas de madera para revolver sus guisos y sopas; de la adolescente que ya ha visto romperse sucesivamente los pésimos zapatos que venden en las tiendas en pesos convertibles y busca algo "más duradero"; y de la familia que no quiere en la pared de su hogar uno de esos cuadros con escenas bucólicas y caricaturescas, sino una réplica de arte cubano, del bueno, del que tenemos a montones en esta isla.

A diferencia de otros años, tuve que hacer un esfuerzo por no meter las manos demasiadas veces en el bolsillo. Anteriormente pasaba yo de un área de venta a otra sin decidirme a comprar algo, mientras que esta vez fue al revés, me quedaba alelada contemplando las prendas y los jarrones. Salí de allí con la convicción de que si las trabas burocráticas y políticas al emprendimiento terminaran de una vez, nos íbamos a sorprender de las maravillas que podemos crear y producir. Como me dijo un joyero que ofrecía sus creaciones: "A mí, que me den un chance nada más, que quiero montar una tienda y crear filiales por todo el país". Después de ver sus productos, yo le creo, claro que le creo.

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