Cría cerdos y tendrás problemas con la ley
La Habana/Cuando sopla el aire desde las lomas, apesta a excremento de cerdo. Es un olor que se pega a todo y que desde hace más de dos décadas caracteriza a la ciudad de Nueva Gerona, en el municipio especial Isla de la Juventud. "Con estos puercos no se puede vivir aquí, pero sin estos puercos tampoco", sentencia Damián González, de 32 años, cuya familia llegó a tener "hasta cien cerdos" en las cochiqueras particulares que rodean la zona urbana.
Son barracones y cuarticos hechos con tablas, tubos, materiales de desechos, dentro de los cuales se amontonan los animales y el hedor golpea nada más acercarse. El hocico de un verraco asoma entre los tablones de una caseta, mientras González explica qué fue lo que llevó a tantos habitantes de la Isla a volcarse en la cría porcina. "Empezaron a construirse estos corrales cuando el Período Especial más duro", cuenta. "Después hemos seguido dando de comer a la familia y viviendo de la venta de esta carne".
Hace unos meses se ha desatado una batalla gubernamental contra los improvisados corrales en territorio pinero. Las autoridades sanitarias alegan que traen enfermedades y contaminación ambiental, pero los residentes luchan a brazo partido para que no les quiten su sustento económico. "Ha habido hasta pequeños conatos de protesta cuando vienen a demoler", narra el joven, quien desde los diez años carga, loma arriba hasta la cochiquera, el sancocho recogido en la ciudad.
En Nueva Gerona, los dueños de criaderos han tenido que vender los animales a toda velocidad. "La carne ha bajado de precio en las últimas semanas, pero de seguro después subirá, porque habrá menos suministro", reflexiona Gerardo Ruiz, un habanero que hace 30 años se casó con una mujer de "la isla chiquita", como él la llama, y ahora gestiona una tarima de venta de cárnicos en un mercado agrícola privado.
La contaminación ambiental ha golpeado fuertemente a las comunidades de la zona. Los excrementos de un cerdo de 100 libras rondan los 2,5 kilogramos diarios. Si se multiplica esta cantidad por meses de crianza y un mayor número de animales, los volúmenes se vuelven alarmantes. Además, la mayoría de los criadores particulares no procesa los excrementos, sino que los esparce sobre las tierras aledañas, infringiendo la ley que regula el vertimiento de residuales según su carga contaminante.
La ley prohíbe toda actividad porcina a menos de un kilómetro del perímetro urbano y a menos de 500 metros de fuentes de agua y embalses. Pero pocos cumplen lo establecido, incluso en La Habana, donde la cría de cerdos en apartamentos y patios de edificios multifamiliares se volvió práctica común en los años noventa. "No podía ni asomarme al balcón, porque la peste era espantosa", cuenta Julia Domínguez, quien por esos años vivía en el edificio de 26 plantas ubicado en la avenida Rancho Boyeros y Conill.
En los años noventa, muchos cerdos que se criaban en bañeras y cuartos de baño eran sometidos a una cirugía de las cuerdas vocales para evitar los gruñidos
En aquella época, muchos cerdos que se criaban en bañeras y cuartos de baño eran sometidos a una cirugía de las cuerdas vocales para evitar los gruñidos. "Eran puercos mudos, pero de todas formas uno sabía que al otro lado de la pared había uno de esos animales por la peste", recuerda Domínguez. La comida para alimentarlos salía, fundamentalmente, de los latones de basura. Esta práctica se extiende hasta el día de hoy, incluso entre criadores de cerdos de la periferia habanera o de zonas más alejadas.
Fuentes médicas del policlínico Plaza, en la calle Ermita y cercano a la casa de Domínguez, detallan bajo anonimato que la crianza de cerdos por vecinos de la zona todavía constituye un problema. "Especialmente en patios y solares yermos, donde la gente improvisa criaderos", explica un trabajador del centro sanitario. "Ahora se está haciendo más estricto el control, pero hubo una época en la que toda la ciudad era como una cochiquera", concluye.
El riesgo de propagación de vectores en estas circunstancias también crece. Las autoridades sanitarias han hecho un llamado a evitar la crianza sin control para prevenir enfermedades gastrointestinales, leptospirosis y cólera. Pero, ni siquiera esos peligros disuaden a los criadores de continuar. "Es una cuestión de vida o muerte, dicen ellos", explica el pinero González sobre las advertencias que le han hecho galenos y personal de salud de la zona, "pero para nosotros también es una cuestión de vida o muerte no tener estos cerdos. Si no los tengo, no puedo sobrevivir", remacha.
El joven explica cómo mantiene limpio su corral improvisado. "Lavo con manguera y agua los cerdos y todo eso se va por ahí", detalla González mientras muestra una zanja que lleva los residuos hasta el exterior del corral. Afuera el contenido se mezcla con los vertidos de otras cochiqueras y un río denso, grisáceo oscuro y pestilente, desciende por la ladera. La tierra alrededor ya tiene el mismo color de las heces de cerdo.
Las autoridades sanitarias han hecho un llamado a evitar la crianza sin control para prevenir enfermedades gastrointestinales, leptospirosis y cólera
La cría de puercos dentro del perímetro urbano acarrea otros serios problemas de higiene. En Encrucijada, en la provincia de Villa Clara, los vecinos de las calles principales se quejan de las pestilencias y problemas que traen los criaderos. "Las moscas están todo el tiempo sobre los alimentos, las mesas, la gente", se queja un poblador que prefirió el anonimato. Al Centro de Higiene y Epidemiología del municipio han llegado innumerables denuncias de vecinos, pero el problema no parece arreglarse con prohibiciones.
"Cuando se sabe que viene una inspección, muchos trasladan los animales hacia otro lugar", cuenta Eriberto, residente en las afueras de Encrucijada. Este criador de cerdo explica que junto a su familia ha pensado en meterse "en eso del biogás", en referencia al sistema de aprovechamiento de los excrementos porcinos para producir electricidad y combustible doméstico. "Pero necesitaría tener una inversión inicial con la que ahora mismo no cuento", aclara.
La ofensiva contra los productores que transgreden las normas fitosanitarias se ha intensificado en los últimos meses a lo largo de todo el país. Los inspectores llegan a fincas y empresas estatales para emitir dictámenes que incluyen la eliminación de un criadero dentro de 30 días, la demolición de una cochiquera o la confiscación de los animales.
Con los problemas aparejados a la sequía que vive el país, el cuidado de las fuentes de abasto de agua ha ganado protagonismo. Investigaciones realizadas en la zona de Encrucijada por entidades del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente han detectado la contaminación de más de una decena de pozos debido a los excrementos porcinos.
Sin embargo, muy pocos porcicultores de la zona acatan lo regulado. La Empresa de Aprovechamiento Hidráulico y Geocuba tampoco han terminado el trazado de la franja hidrorreguladora de los embalses, por lo que es común encontrar en sus cercanías criaderos de cerdos, gestionados tanto por las empresas estatales como por el sector privado.
Algo similar ocurre en Florencia, Ciego de Ávila. La localidad llegó a exhibir cifras muy elevadas en la ganadería porcina, que trajeron también aparejadas un verdadero desastre ecológico. Con más de 12.000 cabezas de cerdo en 2012, el municipio pasó de tener una reputación como productor de conservas a convertirse en la cochiquera del centro del país.
"Cuando se sabe que viene una inspección, muchos trasladan los animales hacia otro lugar", cuenta un criador
Una inspección redujo a siete el número de productores porcinos en esa región, que tenía antes 85 corrales privados. El malestar se hace sentir ahora por todas partes. Los consumidores se quejan de la subida del precio de la carne de cerdo y los productores de haber perdido sus entradas económicas.
La erosión del suelo, provocada por las deyecciones porcinas, hizo saltar las alarmas cuando un estudio publicado por el Centro de Investigación en Bioalimentos (CIBA) determinó que se estaban dañando "las aguas superficiales para abasto de la población". Los vecinos de la zona también constatan un aumento en la presencia de roedores, muchos de los cuales encuentran refugio entre las precarias instalaciones de las cochiqueras.
Hasta el momento ninguno de los productores que ha sido obligado a erradicar su criadero ha recibido alguna indemnización, ni subsidio para reorientar su actividad. En Nueva Gerona los porcicultores que gestionan corrales colectivos tienen hasta el 30 de noviembre para desmantelarlos. Un conteo regresivo que está transcurriendo en medio de las preocupaciones de algunos y el consuelo de los muchos afectados por los malos olores y la suciedad.
El pinero Damián González no conoce otra forma de ganarse el sustento. "Estoy en esto desde que era un niño y ahora es como si me obligaran a demoler mi propia vida", explica. Para gente como él, las cuestiones del daño ambiental y la contaminación de las aguas no dejan de ser "preocupantes, pero alejadas del día a día". Ahora trata de encontrar una manera de "mantener a la familia sin estos puercos".