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Los vecinos de un edificio de La Habana se rebelan contra las agresiones acústicas

La capital es una ciudad estridente y ni las quejas de las víctimas ni las regulaciones legales logran poner freno a tanto ruido

Los más de dos millones de residentes de la capital pocas veces pueden disfrutar de la paz y el silencio. (14ymedio)
Luz Escobar

11 de enero 2019 - 13:56

La Habana/En el ómnibus la música ensordece, los chirridos de un taller ilegal de carros se cuelan por las ventanas de un edificio y en otra cuadra la gritería de un parque de diversiones no deja en paz a los vecinos. La Habana es una ciudad estridente y ni las quejas de las víctimas ni las regulaciones legales logran poner freno a tanto ruido.

A pesar de que existe una legislación que prohíbe "producir sonidos, ruidos, olores, vibraciones y otros factores físicos que afecten o puedan afectar la salud humana", los más de dos millones de residentes de la capital pocas veces pueden disfrutar de la paz y el silencio. La contaminación acústica está por doquier.

"Cuando quiero un poco de tranquilidad salgo de la ciudad, porque aquí, cuando no son los carros, es la música alta o la gritería", cuenta a 14ymedio Manuel, un habanero de 44 años que tiene un pequeño estudio para practicar yoga en su casa. "A veces no me puedo concentrar y tengo que irme al Jardín Botánico para estar más tranquilo".

Manuel se siente "afortunado" de que su edificio de la calle Marino, en el municipio Plaza de la Revolución, "no es de los más ruidosos". Una suerte que no comparten los vecinos de la calle N entre 23 y 25, que llevan años enfrascados en una dura batalla legal para que se cambie de lugar una área recreativa infantil instalada al lado de sus ventanas.

Después de varias denuncias en diferentes instancias y de reportar en las redes sociales la algarabía del parque, los vecinos de ese edificio decidieron hacer visible su enfado y colgar una tela de la ventana para afuera en la que se lee su reclamo. "En este Bulevar el capital importa más que el bienestar de la comunidad. ¡Basta ya!", mensaje que es visible desde la calle.

El edificio colinda con el llamado Boulevard D´25, un antiguo parqueo estatal para vehículos reconvertido en área para rentar espacios a los trabajadores por cuenta propia. En el lugar se ubican cafeterías, restaurantes y tiendas de artesanía, pero la principal atracción es una zona con enormes aparatos inflables destinados a los niños.

El área se llena los fines de semana, debido a las pocas opciones recreativas para infantes que hay en la zona. "Ahí es cuando comienzan los problemas porque hay muy poca distancia entre los juegos y el edificio más cercano", cuenta a este diario una vecina de la zona que prefirió el anonimato. "Fue una mala idea instalar ese parque recreativo ahí", opina.

En la prensa oficial se aborda frecuentemente el problema del ruido en las calles y edificios, pero la mayor parte de las veces se responsabiliza a los ciudadanos. Las críticas a las entidades estatales que generan este tipo de contaminación ambiental rara vez son abordadas en los periódicos o la televisión nacional.

En la prensa oficial se aborda frecuentemente el problema del ruido en las calles y edificios, pero la mayor parte de las veces se responsabiliza a los ciudadanos

Liane Cossío, una de las vecinas del inmueble, reportó en la página de Facebook Vecinos de La Rampa, creada para denunciar este tipo de situaciones, que hace cerca de un año "después de mucho esperar en vano una respuesta del Gobierno", los vecinos del edificio afectado por el ruido fueron a la Dirección Integral de Supervisión y Control para quejarse.

La persona que los atendió fue directa: "Si ese parque estuviera en el patio de una casa, nosotros le habríamos retirado la licencia al dueño a la primera queja de los vecinos", pero "está ahí con un permiso del Gobierno y al Gobierno no tenemos forma de decirle que está mal ubicado".

No obstante, la insistencia de los afectados ha estado a punto de rendir frutos. Una empleada del parque infantil contó a 14ymedio que en junio pasado "llegó la orden de recoger todos los aparatos para los niños". Algo que lamentó porque es el momento del año en que más ganancias recaudan, sin embargo, desde diciembre está abierto de nuevo.

En otro lugar de la ciudad, un parque del municipio Playa cercano a la Casa de la Música, los residentes más cercanos sufren las mismas agresiones sonoras. En el lugar se instaló una zona wifi desde hace un par de años y ahora acuden decenas de clientes cada día para conectarse a internet.

"Hasta en la madrugada hay gente que viene con bocinas portátiles y las pone a todo volumen", cuenta Rosendo, un jubilado que vive frente al otrora "tranquilo parque". "A veces también sale gente con unos tragos de más de la Casa de la Música y se sientan en un banco a cantar y a gritar toda la noche".

Un comportamiento de ese tipo puede acarrear a los infractores una multa de hasta 200 pesos pero Rosendo se queja de que cuando se llama al número de la policía para denunciar una gritería o el volumen de un altavoz "rara vez mandan a una patrulla a controlar la situación".

Entre enero y marzo del pasado año más de 13.700 "promotores de ruido" fueron multados como parte de una estrategia gubernamental para disminuir los altos niveles de contaminación acústica, pero el problema está tan extendido que apenas sirven para disminuirlo.

Los vecinos de Rosendo han ideado una estrategia para que la policía acuda cuando llaman por el ruido: denunciar que unos individuos gritan consignas contra el Gobierno. "Cuando se dice eso enseguida mandan a varios policías". Pero la mayoría de las veces "las bocinas suenan hasta el amanecer", lamenta.

Los especialistas aseguran que el oído humano está preparado para "recibir sonidos procedentes de la naturaleza donde pocas veces se registran ruidos de más de 60 decibelios", pero en La Habana se alcanzan niveles de ruido que no sólo afectan al sistema auditivo, sino que pueden ser causa del surgimiento de otras enfermedades.

El ruido excesivo está asociado con un incremento del riesgo de infarto de miocardio, además de con otros síntomas como zumbidos en los oídos, fatiga auditiva, mareo y estrés. La Organización Mundial de la Salud indica que el ruido por encima de 80 dB aumenta el comportamiento agresivo de los individuos.

Aunque La Habana resuena por todas sus esquinas casi en cualquier momento del día, el horario más frecuente para estas infracciones es "la noche-madrugada y los viernes, sábados y domingos, en coincidencia con los períodos de descanso de la población", según un reporte oficial. Rosendo bien que lo sabe: "Aquí no se puede dormir por la madrugada", apunta.

Durante el día, el pensionado da cabezadas en el portal de su casa, mientras a pocos metros unos adolescentes tararean el último reguetón de moda acompañados de un potente altavoz inalámbrico de casi 40 centímetros de altura.

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