En Guanabacoa recuerdan con nostalgia La Cotorra, la empresa que repartía agua en toda Cuba

Los manantiales de la Loma de la Cruz están en buenas condiciones, pero ya nadie los explota

El abandono de La Cotorra refleja una pérdida de identidad y memoria colectiva.
El abandono de La Cotorra refleja una pérdida de identidad y memoria colectiva. / 14ymedio
Jose Lassa

06 de enero 2025 - 11:07

La Habana/“Era el agua que se tomaba en mi casa, y una flota de camiones repartían a domicilio botellones de cristal de 20 litros", suspira Ramón ante las ruinas de La Cotorra, una de las empresas más emblemáticas de la Cuba prerrevolucionaria. Techos sin cubierta, muros rajados, pintura desconchada y hierbas creciendo de manera salvaje entre los hierros desvencijados es todo lo que queda ahora de la fábrica, ubicada a la entrada de Guanabacoa(La Habana), por la avenida Corral Falso.

“Se les compraba a los camiones que la repartían”, sigue Ramón. “En casa se colocaban en unos guacalitos metálicos donde podías balancear el botellón hacia adelante para extraer el agua. Éramos clientes fijos de La Cotorra y jamás nos faltó el agua. Los mismos camioneros te hacían el cambio del vacío por el lleno cargándolo en sus espaldas, en una forma muy característica, y así lo llevaban a donde fuera. Costaba 20 centavos”. 

Techos sin cubierta, muros rajados, pintura desconchada y hierbas creciendo de manera salvaje entre los hierros desvencijados es todo lo que queda ahora de la fábrica.
Techos sin cubierta, muros rajados, pintura desconchada y hierbas creciendo de manera salvaje entre los hierros desvencijados es todo lo que queda ahora de la fábrica. / 14ymedio

La nostalgia es patente en el habanero, que conoció la fábrica cuando aún el subsidio soviético la mantenía en activo. La Cotorra, sin embargo, conoció tiempos mejores. Su fundación se remonta a principios del siglo XIX, cuando el inmigrante gallego Claudio Conde Cid –que comenzó en 1905 a transportar agua desde la isla de Pinos hasta La Habana– adquirió en 1915 los terrenos en la Loma de la Cruz, conocidos por sus manantiales, entre ellos el famoso Chorrito del Cura. 

Aquellos primeros años los dedicó la empresa a llevar el agua hasta la capital bajo la marca La Vida, pero pronto comenzó un despliegue mucho mayor destinado a explotar los recursos locales. En 1920, la compañía culminó la construcción de un complejo industrial que incluía instalaciones de purificación, envasado y distribución, junto con jardines y salones que se convirtieron en espacios populares para eventos sociales.

La empresa llegó a ser uno de los grandes polos económicos en la zona, no solo por el agua que distribuía, sino por el empleo y las actividades sociales que generaba. En los años 40 tenía 42 camiones de distribución y 69 sucursales en todo el país, y producía cerca de 20 millones de botellones en el año 59.

La empresa llegó a ser uno de los grandes polos económicos en la zona, no solo por el agua que distribuía, sino por el empleo y las actividades sociales que generaba.
La empresa llegó a ser uno de los grandes polos económicos en la zona, no solo por el agua que distribuía, sino por el empleo y las actividades sociales que generaba. / Archivo

Tras la nacionalización en los años 60, la compañía fue convertida en la Unidad Administrativa que controlaba el agua y los refrescos. Se unificaron varias marcas locales y se le cambió el nombre por el de José Ramón Reyes Moro, en honor a un guanabacoense caído en Playa Girón. En esa década y la siguiente, aún quedaban años de esplendor para la empresa, como señala Julián, vecino del reparto Habana Nueva. 

“Aunque nací en el 68, todavía existía el servicio.En la casa de mi abuela era el agua que se tomaba. Con los años los botellones se emplearon para hacer vino de arroz que a mi bisabuela le encantaba”, rememora. Poco a poco, como tantas instalaciones en la Isla, el dinero dejó de fluir y el deterioro se fue haciendo cada vez más acusado.

En 1986, el propio diario oficialista Granma reflejaba el deterioro de las instalaciones industriales. La falta de mantenimiento y las condiciones precarias de la infraestructura, que incluían calderas defectuosas y filtros obsoletos, comenzaron a mermar la producción. 

Durante el Período Especial, los salones sociales y el parque infantil desaparecieron, transformándose en oficinas y depósitos. Los manantiales de la Loma de la Cruz, antaño una fuente inagotable de agua pura, dejaron de explotarse debido a la proliferación de casas llega y pon, que hicieron pensar a los vecinos que esa agua estaba contaminada. La planta se dedicó únicamente a comercializar agua del acueducto El Gato y, en 1997, la gestión pasó a ser parte de la Empresa de Bebidas y Refrescos de Ciudad de La Habana.

Sin embargo, un experto en la materia, Laureano Orbera, resalta que, a pesar del deterioro generalizado, los manantiales de la Loma de la Cruz están en buenas condiciones. En un estudio realizado en 2005, Orbera y un equipo descubrieron veinte pozos vírgenes con un flujo constante de un litro por segundo y una mineralización adecuada. A pesar de las construcciones que han invadido la montaña de la Cruz, el agua profunda sigue intacta, aunque sus aguas medicinales y valiosas permanecen inaccesibles debido a la falta de una infraestructura adecuada para su explotación.

Hoy, la fábrica solo funciona como parqueo. Derrumbada, se mantiene cerrada, con el acceso prohibido a su interior. La imagen es muy distinta a los recuerdos de Mónica, que iba de niña con la escuela a visitarla.

Hoy, la fábrica solo funciona como parqueo. Derrumbada, se mantiene cerrada, con el acceso prohibido a su interior
Hoy, la fábrica solo funciona como parqueo. Derrumbada, se mantiene cerrada, con el acceso prohibido a su interior / 14ymedio

“Existía una escultura de una cotorra en el centro de los jardines descansando en una placa de hormigón que cubría un gran pozo o estanque de agua cristalina con paredes de roca azul. Había un gran parque donde se aparcaban los camiones que distribuían el agua. En los altos de la fábrica estaban las oficinas y un gran salón donde se hacían actividades, reuniones, cumpleaños, bailes, etcétera. Ahora es un jardín, parque infantil y centro gastronómico, pero la restauración ha sido horrorosa.”

El deterioro no solo es físico. El abandono de La Cotorra refleja una pérdida de identidad y memoria colectiva. La historia de esta emblemática empresa de agua está en ruinas, y con ella, el futuro de un patrimonio que alguna vez fue vital para Guanabacoa.

También te puede interesar

Lo último

stats