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¿Cuánto vale mi casa? No sé, pregúntale a una inmobiliaria…

Rosa López

02 de julio 2014 - 06:05

La Habana/Ser corredor de permuta fue una profesión tan perseguida como la de matarife de vacas. René Maseda estuvo cuatro años en "el tanque" por organizar una permuta quíntuple que le salió mal y la familia damnificada lo denunció. Su trabajo era puro riesgo, pero cuando llegaba el momento de cobrar, le caía en las manos "una bola de pesos". Ahora tiene licencia como trabajador por cuenta propia, le muestra a los clientes un catálogo con las casas en oferta y paga sus impuestos.

En noviembre de 2011 se autorizó en Cuba la compraventa de viviendas. A partir de ese momento el sector inmobiliario ha vivido sus alzas y sus bajas, pero ya no se parece ni remotamente a aquel mercado ilegal donde la estafa y el peligro abundaban. René logró legalizar su trabajo y en estos momentos tiene una licencia como "gestor de permutas y compraventa de viviendas". Enseña con orgullo su listado, que incluye desde una mansión con terreno a las afueras de Cienfuegos hasta un cuarto con baño colectivo en un solar de La Habana.

Sólo en el año 2013 se registraron 200.000 traspasos de propiedad de inmuebles, de los cuales 80.000 correspondieron a operaciones de compraventa. Es casi el doble de lo que se comercializó el año anterior. "Fue como darle agua al dominó", dice Nurys Vázquez, que trabajaba en una notaría cuando entró en vigor el decreto ley que autorizó vender y comprar una vivienda. "De pronto teníamos diez veces más trabajo y la gente dormía por la madrugada en la cola para hacer su trámite".

Si el nuevo marco legal benefició a quienes querían intercambiar techo por dinero, también los "permuteros" vieron abrirse los cielos. Salir del clandestinaje, legalizar su trabajo y poder tener hasta una oficina en una calle céntrica han sido un cambio significativo para ellos. El paseo del Prado, que por décadas fue el punto de encuentro de quienes querían permutar sus casas, hoy alberga también a estas "inmobiliarias de nuevo tipo".

“Para un extranjero y para un emigrado, resulta una ganga comprarse un apartamento en el Vedado por 30.000 CUC"

En el número 108 de esa calle, se ha instalado Real Estate, una de estas gestoras que propone "buscarle la casa de sus sueños". Con página web, correo electrónico y la posibilidad de diseñar un folleto –impreso en colores- para anunciar cada casa, el lugar intenta pescar en el río revuelto del negocio inmobiliario. Han creado una tabla que permite calcular el valor de cada inmueble, según la ubicación, la superficie y el estado de la construcción.

El proceso de tasación es rápido. Con la asesoría de estos gestores, una familia ha redondeado a 10.000 pesos convertibles el precio de un apartamento de 82 metros cuadrados en la Esquina de Tejas. El edificio está bien ubicado, en el centro de la ciudad, pero la mala calidad de la obra, realizada por una "microbrigada", ha contribuido a bajar su valor. "Quiero salir rápido del asunto, porque me urge el dinero", cuenta su propietaria, que busca la ayuda de la inmobiliaria para lograrlo. Con fotos interiores y exteriores de la vivienda, se confecciona en la oficina un prospecto con todos los datos de la vivienda por "la módica suma de 15 CUC".

Muchos vendedores... pocos compradores

Sin embargo, para vender no basta con hacer un trabajo profesional y eficiente. El mercado inmobiliario cubano está atenazado por las estrecheces económicas que vive el país. "Lo que se vende y se compra más ahora mismo son los apartamentos de 8.000 a 12.000 CUC", explica René Maseda, con su larga experiencia en estas lides. Cuando la ley entró en vigor, se lanzó mucha gente que llevaba años tratando de comprar o vender y no podía hacerlo por las prohibiciones. "Otros, que habían hecho la operación de forma ilegal, corrieron a legalizarla. Por eso tantas casas cambiaron de manos en los primeros meses". El actual "estancamiento inmobiliario" se percibe más en ciudades del interior del país y en pequeños pueblos. En un recorrido por las calles de Puerto Padre, en Las Tunas, salta a la vista una gran cantidad de carteles con el anuncio de "Se vende". Hay muchos vendedores y muy pocos compradores, aseguran quienes han tenido que rebajar una y otra vez sus precios. Al preguntarles cuáles son sus motivaciones para vender, muchos responden lo mismo: "Con ese dinero y otro poco que tengo ahorrado, quiero comprarme algo en La Habana". La legalización del negocio inmobiliario ha contribuido a aumentar el flujo migratorio desde las provincias hacia la capital.

"Hay mucha gente comprando con dinero que le mandan de afuera", asegura un señor que esperaba por colocar su anuncio en la oficina de El Papelito. Ubicada en el céntrico municipio de Playa, esta empresa se dedica a promocionar clasificados de compraventa y ha tenido bastante éxito desde que abrió. La tendencia a comprar con capital de la diáspora cubana también influye en el comportamiento del mercado inmobiliario cubano.

Hay gente con "luz larga", que intuye una posible subida de los precios si la situación sociopolítica cambia en la isla o en previsión de una nueva ley que permita la compra de parte de los exiliados. "Para un extranjero y para un emigrado, resulta una ganga comprarse un apartamento en el Vedado por 30.000 CUC cuando saben que quizás mañana, o en cinco años, costará un cuarto de millón". Esa es la ilusión de René, quien no sólo gestiona ventas sino que ha logrado hacerse con varias propiedades que ha puesto a nombre de sus familiares. "Cuando sea viejo, quiero vivir de la renta de esos inmuebles", asegura sonriente, mientras intenta venderle una casa en Trinidad a una pareja de cuentapropistas.

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