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Cuando no queda esperanza

Lino Tomasén asegura tener un don especial para curar. Cada semana, recibe a casi mil personas en su consulta de La Habana que ven en él su última salvación

Lino Tomasén atiende a 333 personas cada día de consulta. (14ymedio)
Orlando Palma

26 de mayo 2014 - 11:00

La Habana/Susana fue diagnosticada de cáncer de útero, los médicos la habían desahuciado. Oyó hablar de un hombre con un don especial para curar, se acercó a él en un último intento para salvar la vida y, cinco sesiones después, Susana se siente mejor.Los médicos no encuentran la explicación.

A pocos metros del enorme Hospital Hermanos Ameijeiras, se encuentra la modesta consulta de Lino Bárbaro Tomasén Vera. Una puerta antigua en la calle Concordia, del municipio Centro Habana, da acceso a su consulta.

Visto por algunos casi como un mago y tildado por otros de loco, Tomasén es un hombre que despierta pasiones. Clínico especialista en primer grado en medicina interna, Tomasén ha preferido seguir sus propios métodos de curación antes que el dogma de la academia. Basta acercarse a la puerta de su consulta para notar la popularidad de sus terapias. Una aglomeración de pacientes espera desde las primeras horas de la mañana.

La casa de este peculiar doctor se ubica en una amplia casa de paredes despintadas. Alto, corpulento, de manos enormes y sonrisa permanente, Tomasén es visto por muchos como una fuente de salud. Su técnica es sencilla. Afirma poder canalizar la energía y hacerla fluir a través de sus manos hacia las diversas partes del cuerpo del enfermo. Los estiramientos y torsiones completan su peculiar técnica de sanación.

Cada jornada es única. Tomasén palpa las zonas enfermas del paciente, lo sacude, estira, habla todo el tiempo y los que aguardan aplauden, lloran y rezan. Es difícil no dejarse llevar por el magnetismo de este hombre que desde niño "solía experimentar con animales, los operaba y veía que no morían".

Se ufana de haber curado el cáncer de una sobrina de Daniel Ortega

Cuando se le pregunta por sus habilidades, agrega que siendo pequeño tomaba flores cerradas y las abría con solo tocarlas, y que curaba a los niños de dolores de muelas y cabeza en la escuela donde asistía". "No pasó mucho tiempo para que me declarara al servicio de la humanidad", concluye.

Ver trabajar a Tomasén es como presenciar un espectáculo. Se acompaña de un tabaco que -según explica- representa a la Pachamama o Madre Tierra. "Además, es una planta medicinal, tiene fuerza espiritual y espanta las fuerzas negativas", cuenta con paciencia a todo el que le pregunta.

El curandero se mueve entre las cuatro habitaciones de la sala de tratamientos. Cada una está destinada a un grupo de padecimientos o a un tipo de paciente.De las paredes cuelgan diplomas, recomendaciones de otros médicos, y fotos o testimonios de quienes llegaron hasta él sin apenas poder levantarse de una cama y le agradecen la sanación.

Entre los lauros más llamativos, resalta un reconocimiento enviado desde China por tratar a una traductora portadora del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH). El carismático médico se ufana además de "haber curado a una sobrina del presidente nicaragüense Daniel Ortega aquejada de un cáncer". Aunque todo sorprende cuando de Tomasén se trata, son los tratamientos a distancia los que generan mayor asombro entre sus admiradores. El peculiar sanador asegura que sólo con una foto y el nombre completo del paciente, puede curar desde lejos los más diversos males. Aplica también sus dotes terapéuticas a las mascotas y demás animales.

La demanda es alta. Muchos aguardan por un turno para poner fin a su dolencia. La cita se debe solicitar con 15 días de antelación y cada lunes, miércoles y viernes se atiende a 333 personas.. Cincuenta niños, ochenta impedidos físicos, cien habitantes de la capital y otros cien de diferentes provincias recibirán atención en cada jornada. No hay una tarifa fija para ser atendido, aunque la mayoría de los pacientes lleva algún regalo o un pago simbólico.

Las trabas burocráticas y legales le han hecho difícil el camino a Tomasén, que nunca fue bien visto por sus colegas y jefes cuando trabajaba en el sistema de Salud Pública. Su creatividad no encajaba en las normas de los hospitales estatales. Los pacientes, que sienten hacia él una mezcla de adoración y respeto, lo han ayudado a superar los peores momentos. "Mi don es para los cubanos y los latinoamericanos", refiere con orgullo.

Todos los pacientes son atendidos sin distinción. No importa la edad, el género, la raza, la religión o el nivel económico. No hay discriminación ni clases sociales. Vienen de todas partes del país e incluso de fuera de Cuba. En su consulta puede verse desde el anciano que vende maní para sobrevivir, hasta el opulento empresario con un auto moderno.

"Mi don es para los cubanos y los latinoamericanos", asegura

Seguridad, confianza, felicidad, sueños hechos realidad son algunas de las frases que utilizan los pacientes cuando hablan de Lino Tomasén. Se sienten protegidos y aseguran haber hallado una esperanza que muchos médicos no son capaces de ofrecer.

"Este hombre es mi familia", afirma un hombre con lágrimas en los ojos a la espera de ser atendido.Algunos pacientes se tatúan el nombre de Tomasén sobre la piel. Abundan también los enfermos que han preferido buscar, en primer lugar, la ayuda del sanador antes que ir al hospital. Porque las historias de Tomasén viajan de boca en boca.

El curandero quiere quedarse en Cuba. "Muchas han sido las ofertas de dinero que me han hecho para irme del país, pero si me fuera de aquí, ¿qué pasaría con los cubanos?" pregunta con tono paternal, añadiendo que tiene "un alto compromiso moral y espiritual con el pueblo".

Mientras cuenta su vida, Tomasén atiende a un paciente en silla de rueda. Le pone la mano en la cabeza, le toca puntos específicos de su cuerpo y le conmina a pararse. El hombre da unos pasos temblequeantes y sale de la consulta hacia una calle polvorienta y gastada por el tiempo.

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