El 'químico' y 'ambrosio', las drogas que destruyen a los jóvenes de San Miguel del Padrón

Los padres de algunos adictos no saben cómo ayudarlos porque temen que acaben en la cárcel

Los padres de adolescentes intercambian recomendaciones para aminorar los daños de la adicción e intentar desenganchar a sus hijos
Los padres de adolescentes intercambian recomendaciones para aminorar los daños de la adicción e intentar desenganchar a sus hijos / EFE
Natalia López Moya

28 de noviembre 2024 - 12:25

La Habana/Está sentado en la acera. El sol lo ilumina de lleno y hace resaltar la piel algo reseca, el dorado de la armadura de las gafas y una franja verde fosforescente en sus tenis. De la boca le sale un fino hilo de saliva, tiene apenas 19 años y ya está enganchado a ambrosio, la droga que junto al popular químico se disputa las calles de San Miguel del Padrón, en La Habana.

La gente pasa a su lado pero nadie para. Sus hombros están echados hacia adelante, la mirada pegada al suelo, y a cada rato parece que va a terminar acostado sobre el asfalto pero nunca llega a tocar el suelo. "Es el hijo de una vecina muy querida que está como loca con eso, el chiquito dejó la escuela y ahora todos los días está así, anestesiado", comenta Moraima, de 67 años y residente en la barriada de La Rosita.

"Ese muchacho era muy aplicado, pero comenzaron a reunirse afuera de la secundaria, primero era para reírse, ver a las muchachitas cuando salieran de clases y conversar de fútbol o de reguetón, pero después todo se volvió muy peligroso". Ambrosio, una mezcla de drogas que incluye anestésicos para animales, especialmente Ketamina, sustraídos de granjas cercanas donde se crían desde cerdos hasta caballos, irrumpió poco después en la vida de los adolescentes.

"Antes pasabas por al lado de ellos y estaban en la risotada, cosas de la edad, pero ahora se han convertido en estos rastrojos humanos", lamenta Moraima. "A mis nietos no los dejo salir de la casa en la noche ni los fines de semana porque en este barrio o te atrapa el químico o te muerde ambrosio". La mujer, abuela de tres jóvenes, ha aprendido a detectar cuándo se está intoxicado con una droga o con otra.

"Antes pasabas por al lado de ellos y estaban en la risotada, cosas de la edad, pero ahora se han convertido en estos rastrojos humanos"

"El químico da primero mucha euforia, se ponen hiperactivos y hasta peligrosos, luego viene una fase en la que se quedan así como piedras", advierte. La composición de la droga más popular ahora mismo en las calles de La Habana puede variar significativamente, pero la base es la marihuana sintética mezclada con fármacos, algunos destinados al tratamiento de la epilepsia, y algún tranquilizante o anestésico. Una dosis puede costar entre 300 y 500 pesos, dependiendo de la concentración y la calidad de sus ingredientes. 

"Se fuma mayoritariamente, incluso ya te puedes encontrar cigarros que han sido vaciados con cuidado hasta cierta parte y le embuten esa mezcla, te los puedes ir fumando por la calle y lo que la gente ve es un cigarro normal aunque eso sí, huele un poco diferente y el que sabe lo detecta siempre con la nariz", detalla Bonny, nombre cambiado para este reportaje, consumidor frecuente del químico, consumidor frecuente del 'kímico', como lo escriben los jóvenes, que lo llaman también 'papelillo'.

Residente en la zona de Diezmero, también en el municipio de San Miguel del Padrón, Bonny asegura que no se siente "enganchado". En su grupo de amigos otros ya cruzaron la línea. "Tengo un par de socios que ya no van ni a sus casas, siempre te los encuentras tirados por ahí, en la calle o en algún matorral con cara de muertos vivos".

Aunque el joven no ha llegado a esa situación, el consumo de la droga lo ha ido empujando también pendiente abajo. "Trabajo como mensajero para un negocio que vende materiales de construcción y más de la mitad de lo que gano se me va en esos cigarritos", confiesa. "Pero todavía soy funcional, me levanto, agarro el triciclo y lo mismo muevo un saco de cemento que un poco de arena".

"Pero todavía soy funcional, me levanto, agarro el triciclo y lo mismo muevo un saco de cemento que un poco de arena"

Con menos suerte, Damián ya lo perdió todo. Hijo de una doctora y un ingeniero, el joven de 20 años acababa de matricularse en la Facultad de Medicina cuando descubrió ambrosio, la mezcla que se basa fundamentalmente en fármacos como el Diazepam, el Parkisonil y la Amitriptilina. Con Ketamina atomizada sobre la picadura, se fuma en un taco, pero también se puede agregar a un trago de alcohol. 

"Se ha convertido en su sombra ese muchacho, está muy flaco porque ya casi no come, lo único que quiere es drogarse", detalla un vecino cercano que lo ayuda con frecuencia a "asearse un poco y volver a su casa". Ambrosio provoca alucinaciones, taquicardia y hasta trastornos respiratorios, puede llevar al paro cardíaco y finalmente la muerte. "Luego caen como en un sueño pero con los ojos abiertos, casi sin pestañear".

El vecino cree que algunos de los ingredientes que se usan para armar la droga "son productos que salen de los hospitales, los consultorios veterinarios y las farmacias". "En este barrio los jóvenes se nos están convirtiendo en despojos y los padres no sabemos qué hacer".

Para este residente en Diezmero, el consumo del químico y ambrosio se asocia cada vez más con la violencia. "Cuando se acaban de meter eso en el cuerpo se ponen agresivos, se fajan entre ellos, y si después de que se les pasa no pueden comprarse otro papelillo, pues ahí sí que se vuelven un peligro, porque son capaces lo mismo de robar en su propia casa que apuñalar a un traficante para que les dé otra dosis".

Los familiares de los jóvenes enganchados tienen un dilema. "Si denuncio toda la droga que se mueve en este barrio, mi hijo también cae. Si lo llevo a un hospital cuando se pone como si fuera un poste de la luz, que ni siquiera puede moverse, va y termina en la cárcel", explica Mirtza, de 42 años y madre de un joven adicto a ambrosio. "El otro día lo dejé encerrado con llave en la casa, para que no pudiera salir a comprar esa mierda, pero saltó desde el techo hacia otra vivienda y de ahí hasta la calle. No sé cómo no se mató". 

"Si denuncio toda la droga que se mueve en este barrio, mi hijo también cae. Si lo llevo a un hospital cuando se pone como si fuera un poste de la luz, que ni siquiera puede moverse, va y termina en la cárcel"

Los padres de otros adolescentes intercambian recomendaciones para aminorar los daños de la adicción e intentar desenganchar a sus hijos. "Aquí en esta cuadra somos como tres madres que tenemos la misma situación, así que nos avisamos cuando una ve al hijo de la otra en ese estado. He tenido que pedir ayuda para traer al mío cargado y darle una ducha. Me lo he encontrado hasta defecado encima".

La mujer cree que los jóvenes de San Miguel del Padrón, como los del resto de La Habana y de toda Cuba, "tienen pocas opciones sanas para divertirse". Su hijo, de 22 años, "comenzó con el alcohol que aquí es un problema serio porque los niños crecen viendo a sus padres consumirlo cada día, pero después eso se le quedó corto. Ellos sienten que necesitan algo más fuerte, algo que los noquee y los saque de esta cochambre en que vivimos. Ya mi muchacho ni se entera cuándo se va la luz, cuando viene el agua o si llegó el arroz a la bodega, siempre tiene la mirada perdida y esa risita en la boca que me saca de quicio". 

"Tengo mucho miedo porque ya he sabido de casos de gente que se ha muerto en este barrio porque se pasó con la cantidad o porque le vendieron un producto que no estaba bien preparado. Los que mezclan esto improvisan mucho, cuando tienen al comprador ya enganchado saben que le pueden meter cualquier cosa".

Cuando era pequeño, el hijo de Mirtza quería ser informático, programar aplicaciones y videojuegos. Ahora, atrapado por ambrosio, el único objetivo con el que se levanta cada día es consumir esa peligrosa mezcla que lo aleje de la realidad y lo deje como una estatua viviente en mitad de la acera.

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