Los sepultureros se resisten a morir
Pinar del Río/Cuando era un niño, correteaba por las calles del cementerio metropolitano de Pinar del Río. Ahora Alberto, alias El Titán, tiene 66 años y trabaja desde hace cuatro décadas en el sitio donde jugó de pequeño. "Me escapaba de la escuela y venía para acá", cuenta y confiesa: "Aquí me siento bien, porque hay silencio". Sin embargo, el aumento de la cremación de cadáveres y restos óseos ya comienza a afectar su apacible retiro.
Las limitaciones de espacio en muchas necrópolis del país, junto a los problemas materiales para mantener el cuidado de los panteones y la incorporación de prácticas funerarias foráneas, hacen que muchos cubanos opten por cremar a sus difuntos. En la región pinareña se ha percibido un aumento de solicitudes de incineración a la empresa de comunales, pero la provincia carece aún de la infraestructura para brindar el servicio.
La Habana cuenta con al menos dos hornos, el más conocido en el municipio Guanabacoa, y otro en Santiago de las Vegas. En las provincias de Holguín, Camagüey, Villa Clara, Mayabeque y Matanzas, también está disponible el servicio. Sin embargo, Pinar del Río sigue siendo la Cenicienta de Cuba también en estas lides.
Maritza, jefa del departamento de necrología de la Dirección Municipal de Comunales de la capital provincial, explica que "la única opción del doliente es, por ahora, la de enterrar a su difunto". Cuando se construya un horno para incineración en la zona, los interesados tendrán que solicitar el servicio en las funerarias locales, el cadáver pasará entonces a Medicina Legal para que la entidad autorice el procedimiento y sólo entonces el registro civil emitirá la boleta que confirma ese "camino hacia el fuego".
El negocio ilegal de comprar un cambio de domicilio en el documento de identidad ha proliferado en estos lares
Como todo proceso burocrático en Cuba, a este también puede encontrársele una ruta "por la izquierda". La funcionaria aclara que, "si se desea que un difunto sea cremado, hay que contar con una dirección de La Habana para tener derecho a ese servicio". Con lo cual el negocio ilegal de comprar un cambio de domicilio en el documento de identidad también ha proliferado en estos lares.
La desinformación se extiende por todas partes. "Me dijeron que si lo cremaba no podíamos velarlo y, como queríamos darle el último adiós, entonces lo enterramos", detalla Margarita Pacheco, quien perdió a su hijo en un accidente automovilístico a principios de este año. La cremación de un cadáver tiene un costo de 340 pesos cubanos, mientras que incinerar restos óseos tiene una tarifa de 115 pesos. El precio de un entierro normal, con flores, coronas para el ataúd y una propina para que los sepultureros hagan un buen trabajo, no suele bajar de 500 pesos para la familia, si esta posee un panteón propio. Sin embargo, este costo no debería superar los 200 pesos, según lo estipulado, pero sería muy limitado en lo material. Si la familia no cuenta con un panteón, deberá entonces abonar también el monto del alquiler de una tumba pública, que no supera los 10 pesos mensuales.
En 2013, se incineraron 5.045 cadáveres en todo el país, de los cuales 3.060 se ejecutaron sin velatorio pues las funerarias ponían a las familias ante la disyuntiva de cremar o velar. Pero la legalidad vigente no hace excluyente ambas prácticas. El cuerpo puede ser incinerado y también velado, tal y como está recogido en la Resolución Ministerial n. 9 del Ministerio de Salud Pública, que establece el proceso a seguir en la incineración de cadáveres y restos óseos.
Alberto, el sepulturero, no ve con buenos ojos la práctica de la incineración de restos, porque le quita el sustento. Junto a otra docena de hombres, conforma un grupo de cuidadores privados de tumbas que atiende las sepulturas a través de contratos verbales con los propietarios. "Cuido más de 100 tumbas por 20 pesos mensuales, por eso me dicen El Titán, porque trabajo como un mulo y nadie se queja de mis servicios", atestigua.
La Empresa Presupuestada de Comunales gestiona y administra los cementerios del país, pero con la llegada del Período Especial, en los años noventa, el abandono y el vandalismo se apoderaron de las ciudades de los muertos. En Pinar del Río, como en tantas regiones, proliferaron los robos de jardineras y lápidas e, incluso, la sustracción de restos mortales. Ese escenario dio lugar a que muchos propietarios de tumbas recurrieran a empleados privados para que mantuvieran sus criptas y panteones.
Mariano Gil Vaillant vino desde el oriente de la Isla a tierras vueltabajeras hace 30 años y trabaja como contratista privado en la necrópolis pinareña. Explica que tiene palabreadas 22 tumbas en este cementerio y 20 en el Cementerio Agapito" y que gana buen dinero. Sin hombres como él, el camposanto no se vería tan cuidado y ordenado como se muestra ahora.
Resulta "más cómodo" para la familia manejar las cenizas en lugar del cuerpo del difunto. "Puedes tener a tu ser querido en la sala, sin ocupar espacio en un cementerio"
La necrópolis donde trabaja Gil Vaillant está ubicada a más de tres kilómetros de la carretera hacia San Juan y Martínez. El silencio lo llena todo. El camposanto comenzó a utilizarse en 1936, bajo la alcaldía de Agapito Guerra, de ahí que todos lo llamen con el nombre de su impulsor y gestor principal. A diferencia del cementerio metropolitano, el de Agapito todavía tiene espacio para nuevas tumbas.
Pero la impresión de paz y tranquilidad se resquebraja rápido. "No todo está bien, todavía se pierden jardineras y otros accesorios de las tumbas, pero ya es menos, hace 20 años esto era un desastre", cuenta Gil Vaillant. Por otro lado, una pelea sorda se desarrolla entre los sepultureros estatales y los contratados de forma privada por las familias.
Los empleados de la empresa Comunales apenas ganan unos 260 pesos cubanos por mes y, si reciben algunos estímulos por su buen desempeño, pueden llegar a cobrar 420 CUP, cuando más. Los contratistas independientes, sin embargo, se embolsan hasta 2.000 pesos mensuales, pero deben responder a todos los requerimientos y caprichos de las familias con las que tienen un convenio.
El trabajo de ambos, privados y estatales, podría comenzar a mermar si se construye un horno para la cremación en la provincia. El administrador del Cementerio Agapito asegura que la práctica puede extenderse porque "en el Cementerio Metropolitano ya no hay más espacio y la gente está notando que cremar es más económico". De ahí que "está aprobado el presupuesto para un horno que brinde los servicios".
Para Teresa Izquierdo resulta "más cómodo" para la familia manejar las cenizas en lugar del cuerpo del difunto. "Puedes tener a tu ser querido en la sala, sin ocupar espacio en un cementerio", afirma la señora, quien ha perdido recientemente a un familiar y hubiera deseado cremarlo. "Nada más que en trasladar el cuerpo hasta la capital, ya me costaba una fortuna", detalla la mujer.
Las quejas de la población sobre las dificultades burocráticas para cremar un cuerpo aparecen con frecuencia en la prensa nacional. El rector de Ciencias Médicas de la universidad de La Habana, Jorge González Pérez, subrayó en una reunión del parlamento cubano en 2014 "la necesidad de simplificar los trámites para efectuar la incineración".
Unos pesos convertibles dejados caer en las manos correctas pueden facilitar el proceso y agilizarlo
Según el funcionario, "hace unos años se podía decir que no existía en el país una cultura de la incineración, pues se heredó la de los colonizadores y se hizo de los cementerios la casa sagrada". Sin embargo, las cosas han cambiado, como "lo avalan las cifras registradas: en 2006 solo se recibieron 40 solicitudes y en 2012 hubo más de 2.000".
Otros se oponen a esta práctica, especialmente entre los católicos más activos en el territorio pinareño, para quienes el acto de enterrar el cuerpo íntegro y tener un lugar donde ir a recordarlo sigue siendo la opción más utilizada. Pero no solo las cuestiones de fe alejan la cremación como una opción. En la provincia de La Habana, se entregan solo 15 turnos diarios para el horno. "No hay cámaras de refrigeración para guardarla hasta mañana, así que la tienen que enterrar", fue la respuesta que recibieron unos acongojados nietos que quería cremar a su abuela.
Unos pesos convertibles dejados caer en las manos correctas pueden facilitar el proceso y agilizarlo. "Eso, si no se muere algún jerarca y se paraliza todo para ponerlo en función de él", detalla un empleado del crematorio capitalino de Guanabacoa que prefirió el anonimato.
Lejos del tumulto capitalino, El Titán disfruta de su trabajo en Pinar del Río y confía que los burócratas y las restricciones materiales sigan obstaculizando la incineración de cadáveres por mucho tiempo.