"Esto es un peligro sanitario", se queja un empleado de la principal clínica veterinaria de La Habana
Profesionales y clientes demandan la autorización de veterinarios privados ante las malas condiciones de los estatales
La Habana/ PixFuture Display Ad Tag
Son las ocho de la mañana y ya se ha formado una fila a las afueras de la clínica veterinaria de la avenida Carlos III en La Habana, la más importante de la capital. Mientras aguardan con sus perros y gatos heridos, enfermos o necesitados de una esterilización, los dueños hablan de los problemas de sus mascotas.
"A mi perro le recetaron un antibiótico pero aquí no lo hay, así que he tenido que mandarlo a pedir en el extranjero pero no sé si dará tiempo a que llegue, porque está muy malito", cuenta una mujer que carga en su regazo a un cocker spaniel con una aguda infección en sus oídos. "Me han dicho que en la calle están vendiendo esas pastillas pero yo no puedo pagarlas".
A su lado, un hombre ha venido con un sato que fue atropellado y necesita una cirugía en una de las patas traseras. "Ayer no había anestesia y me dijeron que tenía que operarlo así o venir hoy a ver si ya había llegado", comenta. El mestizo, de color canela y una mancha blanca en la cara, levanta de vez en cuando la cabeza y gime de dolor.
"Ayer no había anestesia y me dijeron que tenía que operarlo así o venir hoy a ver si ya había llegado", comenta
Mientras conversan, una mujer sale indignada de la consulta. "No sé por qué esto se llama clínica si de clínica no tiene nada: no tienen medicamentos, no tienen un salón para operaciones, por no tener no tienen ni guantes", va diciendo en voz alta mientras se aleja con un gato que lleva una herida sangrante en un costado.
"Nuestras posibilidades ahora mismo de hacer un diagnóstico correcto son muy limitadas", reconoce bajo condición de anonimato un empleado de la clínica. "Apenas podemos usar el equipo de rayos X y el que teníamos para hacer ultrasonidos se rompió", lamenta. "Una buena parte de lo que se hace aquí es con el esfuerzo de los trabajadores, que algunos traen sus propios recursos".
Reinaugurada en diciembre de 2017, la clínica veterinaria José Luis Callejas Ochoa recibió mucha atención de la prensa oficial en los días de su apertura. Se informó de las visitas de varios funcionarios y fueron entrevistados los clientes que estrenaron el centro.
No había pasado ni un año cuando hubo que cerrar la mayor parte de la instalación porque la mala factura de las reparaciones provocó problemas por la acumulación de lluvias en la azotea. Primero llegaron las manchas de humedad en las paredes y, como consecuencia, un hongo se esparció por todo el inmueble.
"Ahora mismo los que estamos trabajando aquí lo hacemos porque a pesar de todo queremos ayudar a los animalitos, pero estas no son condiciones. Esto es un peligro sanitario, incluso para nosotros mismos, porque hay que estar inventando todo el tiempo, sustituyendo lo que no hay y eso causa estrés, además de muchas situaciones de riesgo".
Junto a los profesionales graduados, en la clínica hacen prácticas muchos estudiantes que cursan veterinaria en la escuela contigua. "Llegan con muchos sueños, con el deseo de aliviar el dolor de estas criaturas, pero terminan espantados porque la mayor parte de las veces solo los podemos ver morir", añade. "Tenemos jóvenes muy valiosos y excelentes estudiantes, pero cuando ven que a veces no tenemos ni agujas se desilusionan de esta profesión tan bonita, pierden el entusiasmo".
En 2018 estaba prevista la llegada de un nuevo equipo de ultrasonidos gestionado por el grupo Labiofam que nunca apareció. A esa ausencia, se suman ahora la falta de antibióticos y analgésicos, además de vacunas, antiparasitarios, vitaminas, reactivos para realizar los análisis de laboratorio y el instrumental médico para operaciones.
En 2018 estaba prevista la llegada de un nuevo equipo de ultrasonidos gestionado por el grupo Labiofam que nunca apareció
En el centro se atiende a entre 200 a 300 animales, las 24 horas, muchos de ellos provenientes de múltiples barrios de la capital porque los consultorios municipales apenas brindan el servicio de consultas generales y la mayoría de ellos no atienden urgencias ni tienen la capacidad de hacer cirugías, radiografías ni ultrasonidos. Muchos de ellos están ubicados en locales sin siquiera condiciones higiénicas.
La situación de los consultorios y de la clínica veterinaria ha avivado las quejas de los protectores de animales, que entre sus demandas exigen inversiones en el sector y que se autorice a los profesionales de esta especialidad poder ejercer en el sector privado o por cuenta propia, algo a lo que el Gobierno se ha negado hasta ahora.
Las clínicas privadas no están permitidas, pero algunos veterinarios se atreven a sumarse a diagnosticar y operar en campañas impulsadas por los propios protectores.
"Ahora nos han llegado suturas que nos hacían mucha falta para las cirugías, fundamentalmente de esterilización", comenta desde Ciego de Ávila, Amanda Ríos, una joven que colabora con varios veterinarios para hacer cirugías más sencillas que normalmente se realizan en el interior de una vivienda, en un patio o en alguno de los refugios privados que han ido apareciendo en la Isla.
"Hacemos jornadas de esterilización y también de desparasitación de animales pero claro está que sería mucho mejor tener un local donde la gente supiera que siempre estamos", explica a este diario. "Pero eso todavía no es posible y los consultorios estatales que hay en la provincia están en muy mal estado, sin medicinas y sin condiciones".
Con donaciones privadas, apoyo de organizaciones extranjeras que les hacen llegar ayudas y recaudando dinero entre los propios protectores, algunos de estos veterinarios se han hecho con un equipo propio que les permite participar en las campañas de cirugías que se organizan en comunidades y refugios. Algunos de ellos, alternan su trabajo oficial con esta labor.
En La Habana, la otra alternativa a la clínica de Carlos III queda lejos del centro de La Habana y de los bolsillos de la gran mayoría de los cubanos. En la 5ª avenida, que atraviesa uno de los barrios más emblemáticos de la capital, está ubicada la clínica Almiquí, perteneciente al conglomerado militar Cimeq, rodeada de casas de diplomáticos y con elevados precios en moneda convertible. A pesar de la distancia y las tarifas, algunos dueños desesperados se llevan a sus mascotas hasta allí para intentar salvarlas.
En La Habana, la otra alternativa a la clínica de Carlos III queda lejos del centro de La Habana y de los bolsillos de la gran mayoría de los cubanos
"Me dijeron que este es el único lugar donde el ultrasonido funciona bien y mi perro parece que se tragó algo y está vomitando sangre", cuenta Ilmaris, una joven que asegura haber recibido ayuda de varios familiares y amigos para recaudar el dinero que necesita para la cirugía y el posible tratamiento, que según las tarifas estará por encima de los 50 CUC.
Aunque tendrá que pagar más, Ilmaris dice sentirse "más confiada" porque está "en una clínica de verdad, con recursos". La alegría duró poco, sin embargo, porque tras la operación de su perro, al que finalmente le extrajeron un juguete de goma del estómago, recibió una larga lista de medicamentos y la mayoría no se venden hace meses o años en el sector estatal.
Ilmaris parece decidida a aprender incluso los rudimentos de la profesión si sus mascotas vuelven a necesitar atención médica. "Donde no voy más es a la clínica de Carlos III aunque tenga que aprender a operar yo misma".
"A pesar del esfuerzo de los veterinarios de la clínica de Carlos III y que la mayoría de ellos ama su trabajo, muchos de los animales que llegan hasta aquí no pueden ser intervenidos en buenas condiciones, el dueño se va con un listado de medicamentos que no hay en ninguna parte y el diagnóstico es a ojo porque la mayoría de los equipos no funciona", confirma Flor Arencibia, dueña de siete perros y dos gatos.
"Algo tan sencillo como conseguir medicamentos para quitar o prevenir las garrapatas se vuelve un dolor de cabeza en esta clínica estatal, pero si uno se va a la calle o a las tiendas privadas para mascotas tienen de todo ¿Cómo es posible que el todopoderoso Estado no tenga algo tan sencillo como un collar antipulgas o comida seca para vender?", cuestiona la mujer que también se decidió a llevar a una de sus mascotas hasta la "clínica de los ricos", como llaman a la de la 5ª avenida.
Solo en el transporte de ida y vuelta a la clínica, Arencibia invirtió 20 CUC adicionales. "El chofer tiene que esperarme porque no sé cuánto voy a demorar aquí, pero si lo dejo ir después no podré salir, porque por este lugar nada más que pasan carros diplomáticos y taxis con precios para turistas", lamenta.
Milagros Mailyn Gonzalez Quiles, conocida en el mundo de las protectoras de animales como "la milagrosa" y gestora de un refugio para perros y gatos abandonados, también ha criticado duramente la situación del centro veterinario. "Me siento muy disgustada", escribió en su cuenta de Facebook después de llevar a un gato herido en un ojo a ser revisado.
"En la televisión hace poco se habló de la clinica de Carlos III y de que ya se había reparado el salón de operaciones. Mentira, solo mentiras", advirtió. "Yo voy casi a diario a la misma y dicho salón nunca abrió, se habilitó un cuarto, donde apenas caben el cirujano y el técnico y que, para variar (...), sufre de una gotera del techo que cae justo sobre la mesa de cirugía".
Esa filtración provocó el desprendimiento de un pedazo de techo en la habitación y ahora solo se atienden casos de gatos y perros pequeños que precisen operaciones "poco invasivas", pero los animales atropellados no pueden ser intervenidos en esas condiciones en las que tampoco puede hacerse ninguna otra cirugía compleja.
"La Ley de Protección animal que dicen que van a aprobar este año tiene que venir con una solución para las clínicas veterinarias", exige Yusmario Armando Fonseca, un protector de animales de Pinar del Río que, en el patio de su casa, ha improvisado también un refugio en el que tiene perros, gatos y dos caballos que rescató del maltrato.
"Hay gente con conocimiento, con ganas de salvar vidas pero que no quieren arriesgarse a hacerlo fuera de la ley. Si vemos que hay una demanda y una necesidad, entonces solo falta la voluntad política para que autoricen las clínicas veterinarias privadas o cooperativas, pero algo tienen que hacer porque el Estado no puede cubrir todas las urgencias y los casos, ya lo ha demostrado".
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