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Se busca un baño público, limpio y gratis

Ni siquiera la entrada de la gestión privada en el sector ha logrado un servicio sanitario adecuado

A las afueras de un baño en una cafetería estatal, una mesa con monedas reclama las propinas a cambio de un trozo de papel sanitario. (E. Pighetti)
Zunilda Mata

18 de octubre 2019 - 13:31

La Habana/El Estado cubano arrastra un problema con los baños públicos, como si el socialismo y la presencia de servicios sanitarios fueran conceptos contradictorios y en permanente pelea. El problema se ha agravado tanto en el último medio siglo que ha terminado llegando, incluso, a las páginas de la literatura.

El escritor Manuel Pereira, en su novela Toilet, dibuja a un protagonista en busca del baño perdido. Gaitán recorre mundos quiméricos y fantasmales que lo llevan a descender al infierno de Dante y llegar al El jardín de las delicias de El Bosco, donde descubre un prototipo de inodoro antiguo, fantasía humana del placer escatológico.

En la realidad la falta de baños y el mal estado de los ubicados en espacios públicos como estadios, terminales de trenes y cines llegó al punto de que en julio de 2013 Raúl Castro lamentó ante la Asamblea Nacional que en la Isla se tolerara como algo natural "hacer necesidades fisiológicas en calles y parques".

Ese mismo año, pero en noviembre, la Gaceta Oficial publicó nuevas medidas para permitir el negocio de los baños públicos de gestión privada

Ese mismo año, pero en noviembre, la Gaceta Oficial publicó nuevas medidas para permitir el negocio de los baños públicos de gestión privada. En el decreto, que establecía la lista de precios, se dividía a estos locales en cinco categorías para que los trabajadores por cuenta propia pudieran cerrar contratos con entidades estatales que no podían garantizar un servicio sanitario limpio y funcional.

Con el tiempo, la mayoría de los baños disponibles en una ciudad como La Habana, y con excepción de los ubicados en las zonas comunes de los hoteles, son de pago obligatorio o al menos el cliente debe dejar unas monedas para tener derecho a recibir un trozo de papel sanitario. Las propinas, más que un gesto de agradecimiento, son casi forzosas.

Quienes no tienen dinero para pagar el acceso al baño deben aguantar las ganas o terminan haciendo sus necesidades detrás de un árbol, en una esquina oscura o -en los casos- menos discretos, en plena vía pública. Pero contar con unas monedas no es garantía de encontrar un sanitario con agua, limpio ni con jabón para las manos. A veces el pago es solo un "ábrete sésamo" para acceder a un lugar que, a pesar de ser gestionado por un particular, sigue regido por la indolencia estatal.

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