Los mercaderes en la plaza
Holguín/Este lunes, mientras miles de personas aguardaban por la misa que ofició el papa Francisco en la Plaza Calixto García de Holguín, otros cientos aprovechaban para comprar los productos gastronómicos que se ofertaban en los alrededores del lugar. Un surtido especial de galletas dulces y otras confituras que muchos holguineros no habían visto en meses.
El obispo de Roma llegó entonces a la enorme plazoleta a pocos metros de donde una hilera de compradores cargaban con sacos y cajas de los añorados alimentos. Ellos también habían madrugado, aunque no para escuchar la homilía, sino para asegurarse un buen lugar en la cola frente a los kioscos gastronómicos.
Tamara, una joven residente en los alrededores, llevaba "desde las seis de la mañana" apostada frente a la carpa Dragón Rojo para comprar todo lo que pudiera. "Después, esto desaparece", aseguraba. Tamara necesitó la ayuda de dos primas para cargar la compra hasta su casa mientras en los altavoces de la plaza se escuchaba la voz del papa recordando a San Mateo.
A poca distancia, un hombre mayor se ayudaba de un maletín para transportar una bolsa de nailon de galletas dulces que logró alcanzar a 60 pesos cubanos con la intención confesa de revenderlas en "paqueticos de unas diez galleticas" a cinco pesos cada uno.
Los mercaderes aprovechaban la ausencia de la policía, que estaba concentrada en vigilar la plaza convertida en templo y, por una vez, les dejaba en paz.
Se ofertaba un surtido especial de galletas dulces y otras confituras que muchos holguineros no habían visto en meses
Sin embargo, no todos eran vendedores furtivos en busca de productos baratos, sino también fieles que habían ido a la misa y querían llevarse algo a la boca, como Leticia y su hija de siete años, que dudaban si lo lograrían por la larga cola y protestaban porque la mayoría de la gente estaba comprando "grandes cantidades".
Atrás, en la fila, un hombre recordaba que el lema de la visita de Francisco a Cuba era "misionero de la misericordia", y lamentaba la "poca solidaridad" que allí había para que todos lograran comprar los productos ofertados. "Una auténtica falta de respeto aprovecharse de una misa para acaparar", protestaba.
Las quejas forzaron a un dependiente del Dragón Rojo a dar explicaciones y advertir que no les correspondía a ellos "establecer cuotas para vender". Uno de los primeros productos en agotarse fue el fragmento de pollo frito de 232 gramos a 10,20 pesos cubanos. Luego se agotaron los sorbetos, los caramelos y el refresco Coral. Antes de concluir la misa, ya la mayoría de las carpas había vendido todas sus ofertas.
"No alcancé ni ostia", repetía con una mezcla de frustración y humor un anciano que llevaba una banderita del Vaticano en su sombrero.
.