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Muere Roberto López, ex preso político cubano, tras años viviendo en las calles de Cádiz

López fue muchas cosas: hijo de un guardaespaldas de Ernesto Guevara, músico con Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, combatiente en Angola, preso político en Cuba y exiliado en España

Roberto López en el vehículo que le servía de hogar en un descampado de Cádiz. / La voz digital
14ymedio

09 de mayo 2024 - 17:01

Madrid/Pocas veces la prensa española se hace eco de la muerte de una persona sin hogar, pero esta semana pasó. Comenzó en Cádiz y ha llegado hasta las televisiones con sede en Madrid. El fallecido era el cubano Roberto López y antes de vivir en la calle fue muchas cosas: hijo de un guardaespaldas de Ernesto Che Guevara, músico con Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, combatiente en Angola, preso político en Cuba y exiliado en España. 

Allí llegó en 2011, fruto del acuerdo de excarcelación entre la Iglesia y el régimen cubano mediado por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. López no pertenecía al conocido Grupo de los 75, detenidos en la Primavera Negra, pero se unió en un último cupo de 11 presos encabezado por Néstor Rodríguez Lobaina, presidente y cofundador del Movimiento Juvenil Cubano por la Democracia, declarado prisionero de conciencia por Amnistía Internacional y que se encontraba en huelga de hambre en ese momento.

Desde entonces vivía en Cádiz. “Vine a España porque se me brindó protección subsidiaria y protección internacional. Se nos garantizaba una vivienda y un dinero por espacio de cuatro años. Pero nunca recibí nada”, había contado López a la prensa. 

"Vine a España porque se me brindó protección subsidiaria y protección internacional. Se nos garantizaba una vivienda y un dinero por espacio de cuatro años. Pero nunca recibí nada”

Según el medioLa voz digital, Roberto se había dirigido a distintos organismos, pero nunca recibía respuesta. Llegaron los problemas de salud: una neumonía, una pulmonía, una rotura en la cadera, el dolor en una pierna… Se fue a Santiago de Compostela y Huelva, pero acabó volviendo a Cádiz, donde se ganaba la vida dando clases de música, hasta que el alcoholismo fue destruyéndolo lentamente. 

“Músico profesional, quedó en estado de absoluta precariedad”, dijo Miki Carrera, portavoz de la asociación Nadie Sin Hogar, que atendía esporádicamente al músico. La ONG convocó un homenaje en su memoria a las puertas del Ayuntamiento de Cádiz el pasado 7 de abril, un día después de que el Hospital Puerta del Mar certificara su muerte, por complicaciones en una herida del pie.

Después de la pandemia, cuando ya había vendido todos sus instrumentos musicales, vivió una temporada en un vehículo que le consiguió la Asociación Personas Sin Hogar Con Derechos (PESHO-DE). "Dentro tenía un catre donde dormir y sus pocas pertenencias. Para él era un palacio", cuenta a la televisión Milagros Fernández Bey, una de las personas más cercanas al cubano en los últimos tiempos.

Cuando no estaba a resguardo, Roberto López tenía miedo. “Lo pateó más de uno”, lamenta Fernández Bey, de PESHO-DE, que acompañó al cubano durante el último año intentando rescatarlo de la situación en que se encontraba. 

"Los cubanos somos de otra pasta", solía decir, según un emotivo texto de despedida que sus amigos han publicado en redes sociales. Cuando era niño jugaba con los hijos de Guevara, por el trabajo de su padre, que formaba parte de su equipo de seguridad. Fernández Bey afirma que López le había contado que el propio Fidel Castro lo apartó de su padre, al que dio por muerto durante cinco años. Hasta que un día le pidieron que fuera a un edificio gubernamental, le dijeron que no se asustara y, al abrir una puerta, apareció su padre. "La anécdota la contaba entre lágrimas", señala sobre la peripecia.

Fernández Bey afirma que López le había contado que el propio Fidel Castro lo apartó de su padre, al que dio por muerto durante cinco años

Aunque se preparó para ser ingeniero en refrigeración, sus estudios de música lo atraparon y llevaron a compartir escenario con varios miembros de la nueva trova cubana, incluidos Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, pero acabó marchando a Angola como combatiente. 

"Yo no soy ningún chivato. Antes de desvelar nuestras posiciones me tenían que matar", decía el artista, que en 1982 acabó por unirse a la oposición cubana y yendo a prisión por ser considerado “anticastrista”. Allí pasó diez años que, sin embargo, le parecían más tolerables que el centro de desintoxicación en el que estuvo en Cádiz.

“Una vez le pregunté que cómo había sido capaz de aguantar diez años en un cárcel cubana, que a saber cómo es eso, y no soportar la disciplina de un tratamiento de adicciones. Me dijo que en la cárcel te ganas tu sitio y el respeto de los guardias, pero que en los centros de tratamiento no podía tolerar la humillación y el trato indigno al que te someten”, afirma José, también de la ONG que lo atendía.

“Quizá –se pregunta– sean medidas que haya que plantearse cambiar, porque son centros terapéuticos, de rehabilitación y de reinserción. Medidas que no consistan en ‘a la más mínima, te vas a la calle’, porque hay más tolerancia en las guarderías. Está claro que la dignidad de un ser humano está hasta dónde puede aguantar. Quizá la de Roberto cayó al mínimo sufriendo las inclemencias de la vida en la calle y de la falta de humanidad”.

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